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En Museo de Antropología se dan Tiempo de Jugar

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Más de 70 juguetes tradicionales, elaborados por 22 grupos indígenas de distintas regiones de México, estarán a la vista en las vitrinas del Museo Nacional de Antropología en una exposición que evoca el Tiempo de jugar.

“Sin duda el juego ha servido para que los pueblos indígenas transmitan su cultura de una generación a otra, ya que a través de los juguetes, los niños aprenden los roles que desempeñan los miembros de una comunidad en su vida adulta y se vinculan con otros seres de la naturaleza y las deidades”, explica Alejandro González Villarruel, subdirector de Etnografía del Museo Nacional de Antropología y curador de la exposición que presentará este recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

“En el juego hay normas, valores y metas, así como premios y castigos, como en la vida, de tal modo que cuando el niño juega también aprende. A través de los juegos, los infantes de las comunidades indígenas ejercitan formas de relacionarse con los miembros de su grupo sociocultural; se hacen partícipes en el trabajo y en los rituales”, refirió el antropólogo.

“Al analizar los juegos y juguetes indígenas estamos estudiando la cultura específica de cada grupo. Con estos objetos se socializa y encultura en diferentes ámbitos de la vida, por un lado se enseña a los niños el medio natural, por el otro se les muestran los oficios y los roles sexuales; también a contar, medir y competir. Por último, se les involucra en los diversos rituales de la vida indígena.

“Con los juegos se les otorga posición en las esferas familiar, escolar y en el ámbito público. Esta recreación impone metas y reglas establecidas para alcanzar premios o castigos. Son la competición, el azar, el simulacro, la búsqueda del vértigo o pánico voluptuoso”, explica González Villarruel.

“La exposición —agregó— deja ver esa importancia del juego en los procesos de socialización, pero también permite que los infantes de la ciudad sepan cómo juegan los niños indígenas, porque es una exhibición dirigida al público infantil”.

Un peculiar balero de delgados aros elaborados de calabaza, con el que juegan niños yumanos en Baja California, ensartándolo en el palo, contrasta con el camión de gruesa madera de pino y plataforma de metal que se construyó para algún tarahumara; hay muñecos totonacos de la comunidad de El Tajín, Veracruz, hechos de madera y vestidos con ropa tradicional; muñecas seris de Sonora hechas con tela, dicen los antropólogos que suelen rellenarlas con un alga marina que en determinada época del año se acumula en la playa.

Los famosos caballitos de madera comparten espacio con los largos palos de mezquite en forma de bastón para jugar piak, divertimiento tradicional de los indígenas cucapá, pai pai y kumiai de Baja California, que se juega en una cancha de tierra de tamaño similar al de un campo de futbol, con dos porterías; para jugarlo se necesitan dos equipos de tres personas cada uno y con los bastones se impulsa una pelota hasta la garita.

La mayor parte de los 70 objetos son acervo etnográfico del Museo Nacional de Antropología, sólo 12 son prestados por particulares. La muestra está organizada en cinco núcleos temáticos: Introducción; Roles y oficios; Medio natural; Calle –espacio público para aprender— y Cosmovisión y ritual.

Entre las piezas vinculadas con los rituales destaca indumentaria infantil de los pueblos totonacos de Veracruz y mazatecos de Oaxaca. También se exhibe una pequeña máscara de jaguar que usan los nahuas de Guerrero en la danza del tigre para adentrar a los niños en ese rito de gran importancia para ese grupo étnico.

Hay animales modelados en cera de Chiapas y una canoa. Otros juguetes peculiares son las cañuelas, cuatro palos redondos cortados a lo largo por la mita; se trata de un juego tradicional practicado por los grupos de origen yumano. A la fecha se conocen dos variantes de este divertimiento: el practicado por los kumiai de San José de la Zorra, y la variante kiliwa, que hasta hace poco tiempo (1995) practicaba la familia Ochurte Espinoza, una de las últimas en hablar la lengua kiliwa.

El juego de cañuelas guarda relación con las cuatro estaciones y los doce meses del año, ya que el número de palos o “dados” es de cuatro y el puntaje necesario para ganar el juego es de doce, que alude a las doce lunas anuales.

En la muestra Tiempo de jugar además se exhibe un aro hecho de ramas trenzadas y lo acompaña un palo largo, sirven para jugar a la arigüeta, de tradición tarahumara. El juego consta de dos equipos formado por cuatro jugadoras (sólo mujeres), cada una hace su arigüeta (aro de 10 cm) de vara de zacate, palmillo o sotol, éste es enredado con tela roja; su práctica consiste en que cada equipo toma su arigüeta con el palillo y lo va lanzando hacia adelante muy fuerte, mientras corren para alcanzarla y la vuelven a lanzar hasta llegar al final de la carrera, la cual consta en dar 10 vueltas que equivalen a un día.  Al final, la que llega primero gana y le dan un regalo.

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