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Entrega Fundación BBVA los Premios Fronteras

 

En una ceremonia realizada en España, se hizo entrega de la VIII edición de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento por parte de Fundación BBVA en Madrid.

En donde se apoya a los diversos avances y descubrimientos en ciencias. Avances que van desde el hallazgo de cómo se formaron las galaxias, hasta la creación de modelos matemáticos para ayudar a preservar la biodiversidad; desde el desarrollo de una técnica enormemente precisa para estudiar el cerebro vivo, hasta la definición de un ‘umbral internacional’ de la pobreza extrema, la exposición de las contribuciones de los galardonados ha puesto de manifiesto el gran poder transformador del conocimiento.

Al respecto, Francisco González, presidente de la Fundación BBVA, detalló que festejamos algo que sostiene nuestro modo de vida, el conocimiento de base científica, que ha sido etiquetado como “sistema de soporte vital” porque sin su concurso seríamos incapaces de desarrollar nuestras funciones cotidianas”.

Los galardonados en esta edición han sido los físicos Stephen Hawking yViatcheslav Mukhanov, en Ciencias Básicas, por descubrir cómo se formaron las galaxias; los neurocientíficos Edward Boyden, Karl Deisseroth y Gero Miesenböck, por desarrollar la optogenética; el ecólogo Ilkka Hanski, por trabajos que ayudan a combatir la extinción de las especies; el matemático Stephen Cook, por determinar qué pueden resolver los ordenadores de forma eficiente y qué no; el economista Robert Wilson, por sus aportaciones al análisis de la interacción estratégica cuando los agentes económicos cuentan con información limitada; el climatólogo Veerabhadran Ramanathan, por descubrir que hay otros gases y contaminantes, además del CO2, que alteran el clima; el economista Martin Ravallion, por fijar un umbral internacional para la pobreza extrema; y el maestro Georges Aperghis, por reinventar el teatro musical enriqueciendo su lenguaje.

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Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento fueron creados en 2008. Su nombre alude al espíritu explorador de los investigadores, que ganan terreno a lo desconocido apoyándose en los logros de sus predecesores, y también a la naturaleza interdisciplinar, transfronteriza, del conocimiento.

En sus ocho categorías conviven modalidades clásicas, como las de Ciencias Básicas, Biomedicina o Economía, con otras más innovadoras que reflejan los retos característicos del siglo XXI: Cambio Climático, Ecología y Conservación de la Biodiversidad, y Cooperación al Desarrollo. La dotación es de 4,2 millones de euros, repartidos equitativamente entre todas las categorías.

Durante la ceremonia se proyectó el discurso de aceptación grabado por Ilkka Hanski poco antes de su fallecimiento, el pasado 10 de mayo. En él Hanski comparte su preocupación por “la supervivencia de la vida que lleva 3.500 millones de años en nuestro planeta, y que está hoy en día gravemente amenazada por las fuerzas mucho más poderosas que los humanos estamos desatando”.

También reflexiona sobre la “nueva vida que emerge de los laboratorios de biología sintética”, y considera la posibilidad de que escape al medio natural: “¿Será pacífica la convivencia entre ambas formas de vida, o habrá competición?”. Para Hanski, este galardón es un “apretón de manos a través de Europa, del Sur al Norte, resaltando la importancia de una ciencia europea unida».

Su galardón fue recogido por su viuda, la también ecóloga Eeva Furman, que anunció que el premio se destinará a desarrollar una red de áreas protegidas dedicadas a la investigación en Finlandia, “en la zona donde Ilkka pasó todos los veranos de su infancia, donde nació su pasión por la naturaleza y donde realizó sus primeros experimentos de investigación”.

Por su parte, Veerabhadran Ramanathan destacó que “sin drásticas acciones que lo mitiguen, el cambio climático pronto puede convertirse en una amenaza a la existencia”. Y explicó por qué dedica su esfuerzo actualmente a lograr que este mensaje cada vez llegue a más personas: “Cuando cumplí sesenta años, el cambio climático ya no era un asunto académico, sino una grave amenaza contra la que tenía que actuar. Ya hemos vertido suficientes contaminantes como para calentar el planeta en más de 2º C.

Añadió que 2nuestros hijos iban a ser testigos de un clima distinto a todos los experimentados en el último millón de años. La pasividad de los Gobiernos me parecía frustrante. Toda mi trayectoria profesional parecía una colosal pérdida de tiempo. Pueden imaginar mi alegría cuando en 2004 el Papa Juan Pablo II me nombró miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias. Comprendí entonces el decisivo potencial de la Iglesia para transformar la opinión pública sobre el cambio climático”.

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