México, Argentina y Colombia constituyen una región donde la escasez de innovación ha frenado el crecimiento económico y la competitividad, y dos terceras partes de su población económicamente activa trabaja en micros y pequeñas empresas con salarios poco remunerados, aseguró Claudia González Brambila, investigadora del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), de la Ciudad de méxico (CDMX).
Indicó que “la falta de innovación ha sido atribuida a múltiples y complejas razones, entre las que enlisto una descoordinación entre los agentes de innovación en nuestra región, una baja inversión en Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), un crecimiento económico lento que se ha beneficiado más de los vientos globales de la economía que de un impulso interno”.
Además que las empresas empiezan pequeñas y se queden pequeñas, por falta de ventajas competitivas, escasos recursos humanos capacitados en ciencia y tecnología, una baja calidad en la educación y la baja calidad de servicios públicos e infraestructura, detalló.
“La verdad es que los científicos nos quejamos mucho de la falta de inversión en CTI, pero no hemos sido capaces de demostrar que la inversión en esta materia es redituable. El hecho de haber demostrado que hay una correlación positiva entre inversión en CTI y crecimiento económico, de ninguna manera implica una causalidad, todos hablamos de la importancia de innovar, sin embargo, los resultados a corto plazo nos ganan. Las empresas no demandan el conocimiento que se genera en las universidades y centros públicos de investigación”, indicó.
Explicó lo anterior al presentar el libro: Innovación en América Latina. Argentina, Colombia y México, que es una publicación editada por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Durante su intervención, el director adjunto de Planeación y Evaluación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), Víctor Carreón Rodríguez, expuso que el libro analiza la combinación de características idiosincráticas del Sistema Nacional de Innovación, las cuales generan complicaciones o costos que otros sistemas en el mundo no tienen, al igual que el nivel de financiamiento.
Dijo que “en México, desde el año pasado se dio un cambio en la ley, en la cual, investigadores que pertenecen a instituciones de educación superior y Centros Públicos de Investigación (CPI), pueden ser beneficiarios de la comercialización de una patente. La diferencia entre el antes y el después es sutil. Antes, cualquier investigador que intentaba comercializar una patente caía en lo que se denomina conflicto de intereses, en este momento ya no existe ese tema y con el argumento que maneja el libro, creemos que este cambio de política pública va en la dirección correcta”.
Por su parte, Ignacio Llamas Huitrón, coordinador de la obra y doctor en educación por la Universidad de Stanford, Estados Unidos, señaló que en México y otros países latinoamericanos, las empresas continúan viéndose como una caja negra.
Mencionó que “el cómo toman las decisiones los empresarios en esta región, sobre si invertir o no en investigación y desarrollo tecnológico es algo que no se ha estudiado debidamente, y tal vez ahí se encontrarían respuestas de por qué parece que cuando los gobiernos de países como México aumentan la inversión en CTI lo hacen como si actuaran sustituyendo la inversión que debería hacer el sector privado.
Concluyó que en gran medida la falta de innovación en México es por la vecindad con Estados Unidos y que los empresarios mexicanos pueden importar paquetes tecnológicos con los cuales se ahorran toda la incertidumbre del posible rendimiento que pueden obtener de sus recursos propios.
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