“Napoleón (III) no había recibido aún la última carta de Maximiliano en la cual éste pedía auxilio en vista de los sucesos de Norteamérica. Las cartas tardaban siempre en llegar unas seis semanas y lo que ellas contenían estaba, la mayoría de las veces, superado por los acontecimientos.”, comenta Egon Caesar Conte Corti en su Maximiliano y Carlota (página 347, F. C. E. primera reimpresión 1976). Más adelante, en las páginas 421 y 422: “En los primeros días (5) de enero de 1866 Maximiliano le había expuesto de un modo optimista, los favorables progresos que se habían hecho en la reorganización de la justicia y del ejército. Algún tiempo después (carta del 16 de enero de 1866) le expresó de nuevo su sentimiento y el de la emperatriz porque ‘nuestro buen (José María) Gutiérrez de Estrada, uno de nuestros mejores amigos’, esté separado de nosotros por una distancia tan grande y, en consecuencia, no esté en situación de ayudar en difíciles momentos con su consejo. ‘¿Porqué, dulce y hermosa patria?’ El viaje es muy fácil actualmente, en 23 días se puede, sin cansarse, venir de París a México. Usted puede estar convencido de que lo recibiríamos con los brazos abiertos.”
“Al término del segundo imperio en México, la información tardaba en llegar a Europa un promedio de un mes.” (Saber Ver, número 13, página 64.)
A su vez, el padre Francisco Palou, en su visión de la vida y obra de su maestro y amigo Junípero Serra asienta el transcurso de una brecha temporal de tres años transcurridos a partir del envío de algún informe o la solicitud de apoyo por parte de la Corte en favor de las misiones californianas y la respuesta correspondiente, que no siempre resultaba favorable.
Aun en la década de los setenta del siglo XX, la comunicación interna nacional vía correo necesitaba de dos a tres semanas para la recepción de la correspondencia y otro tanto para dar respuesta, así, de menos transcurrían treinta días en momentos de mayor celeridad para continuar la información (sin considerar el tiempo de redacción —con buena letra— de cada una de ellas). Prueba de fuego que confirmaba aquello de: “amor de lejos…” propiciadora de tantas lágrimas ya olvidadas.
Hoy, si el servicio de internet tarda más de un minuto clamamos desesperadamente al altísimo por la lentitud del sistema. La telepatía todavía no es instrumento de uso general entre los humanos y queda por constatar si, según los postulados de la ficción científica es factible y conveniente.
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