Se acercan las vacaciones y muchos de ustedes tendrán plan para salir de viaje y conocer algo nuevo; tendrán que buscar hotel, transporte, preparar maleta, checar su estado de salud, quizá cargar con algún medicamento, de menos unos curitas y algo para los dolores de cabeza. Pero, como bien saben, por más que preveas y cuides, en los viajes siempre va a haber imprevistos: posibles accidentes o enfermedades que llegaron repentinamente y modificaron todos los planes de paseo; como es en el caso de las siguientes dos enfermedades, que además de ser imprevisibles tienen la característica de ser realmente extrañas. La primera de ellas es el síndrome de Stendahl, o popularmente conocido como el “estrés del viajero”, el cual es una alteración anímica que puede producir angustia, excitación, depresión, obnubilación, temblores, sudoración y hasta zumbidos; y todo esto producto de la “empachez cultural” al observar continuamente y en un periodo corto obras de gran belleza. El otro síndrome es un poco más específico, no se trata de cualquier ciudad, ni cualquier tipo de belleza; el síndrome de París es específicamente entre japoneses que visitan la ciudad francesa y que debido a la decepción de un París caótico, ruidoso, problemático contra la idealización de la capital del amor, belleza, tranquilidad presentan una severa crisis nerviosa que los lleva incluso a ser repatriados o a la hospitalización de emergencia. Así que ya saben, cuídense de ser sorprendidos sea por la monumental belleza o por un fuerte desencanto, ya que sus vacaciones pueden terminar antes de lo planeado.
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