En su estructura y concepto late el poderío de Macuilxóchitl (patrono de la primavera y de los juegos), de Xochipilli lozano dios de la música y la danza) y Xochiquetzal (tutora de labranderas y bordadoras), de Chicomexochitl (“Señor de las aguas”, protector de los pintores, de los artistas), de Xochiquetzal (entidad dual: solar y lunar), joven diosa de la belleza, de las flores, el placer amoroso y las artes.
Quedaron las bellas estructuras de las flores en los vientres ocres de los incensarios, en el interior y el exterior de las vasijas, en el tocado de las figurillas, en los pendientes, en los relieves y pinturas murales: en el barro, en el oro, en la piedra, la pintura y los tejido están las cuatrocientas gracias coloridas y perfumadas de sus formas; en los nombres de múltiples tierras e infinidad de aves.
Su imagen representa a la elocuencia en el habla, a las palabras bien dichas y elegantes (in xochitl, in cuicatl), universo colorido al cuidado del xochimanque, privilegiado ser que cuida, maneja, manipula y recolecta las flores con las cuales elaborará los adornos convenientes a cada una de las festividades, para cada ceremonia.
Son nuestra alegría en el agua, en las montañas, en los caminos, en las praderas, en los bosques y jardines durante nuestro paso sobre la tierra y en el reino de Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl.
Xóchitl es el vigésimo cartucho en el rostro del quinto sol, día afín a las divinidades florales y por ello, a todo ser nacido en un día ce-xochitl (uno flor) sin importar su rango social (noble o plebeyo) ligamos con el canto noble, con la palabra florida.
La flor es riqueza artesanal, medicinal, es elemento decorativo y sagrado, energético y simbólico, con valor adivinatorio y con su estructura grácil marca el escalón jerárquico: manifestación de la vida y de la muerte en las visiones: están en todas partes y son “…nuestra riqueza en la tierra (vida)” e imagen de nuestra realidad porque “como una flor nos marchitamos en la tierra (vida)”.
Flor es la forma, el símbolo y la designación de lo más noble en la tierra y en el espíritu, de la belleza y lo placentero, de la vida/muerte, de la muerte/vida sucesivas y en admirable nombre femenino perpetuada; es anualmente la “fiesta de las flores” (Xóchihuitl) en honor de Macuilxochitl, adorno en las diademas sagradas y cuando empuñado por los señores, es insignia de su preponderancia.
Y aunque el lenguaje personal, parco, poco florido y carente de elegancia nos limite, declaremos: “aquí está una flor” (nican ca ce xochitl) perenne cuya intención es perfumar el día de aquellos a quienes una flor les representa y una palabra elegante les define.
Los grandes patios, los frentes de las casas conservan el perfume de la laboriosidad aún presente, es reminiscencia y permanencia de un pasado innombrado, de lo que fuimos y nos pesa reconocer ante la imagen reflejada en este espejo deshojado; en las faldas femeninas laten y esconden su vigor los miles de bordados y colores con formas de flor.
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