La “lucha libre” es una variante mexicana de la lucha profesional, mezcla deportiva con secuencias teatrales cuyos ingredientes particulares y distintivos son el llaveo, el combate a ras de lona y las acrobacias, con saltos fuera del ring. En los encordados mexicanos surgieron y aparecen continuamente luchadores enmascarados cuya fantástica encarnación les vivifica aún más allá de la pérdida por derrota en las “dos de tres caídas”, cuando el reto es la cubierta del otro o la cabellera.
Según la historia, en el año de 1863 Enrique Ugartechea definió y desarrolló la lucha libre mexicana a partir de la práctica grecorromana. Con él iniciaron ésta disciplina deportiva: Antonio Pérez de Prian (“El Alcides mexicano”) y el estadounidense Henry Bukler.
Con el “sambenito” de farsa, esta exigencia deportiva establece la oportunidad de mostrar las capacidades físicas de los contendientes al acordar previamente las llaves y los movimientos por realizar para seguridad propia y del oponente. Indiscutibles atletas, la vida profesional les impone esfuerzos alejados a la normalidad de los seres con finalidad de divertir “al respetable” y brindarle una válvula de escape de las tensiones humanas: catarsis (del griego kátharsis, purificación/redención a través de la acción); tesis y término extraído de la tragedia en la Poética de Aristóteles, entendida por “la purificación emocional, corporal, mental y espiritual” a través de la experiencia de la compasión y el miedo (eleos y phobos) “… al termino del enfrentamiento desplazado, el espectador entenderá mejor su ser para no repetir los errores de los personajes y así evitar el trágico final.”
De la etapa heroica surgen los nombres de Jesús Quintero «El Murciélago» Velázquez; Rolando Hernández Verástegui “Rolando Vera”; Salvador “Gory” Guerrero Quesada; Rodolfo Guzmán Huerta “El Santo”; Alejandro Muñoz “Blue Demon” y su “hermano” Alejandro Cruz Ortiz “Black Shadow”; Rodolfo “El cavernario” Galindo Ramírez (el más rudo de entre los rudos); Aarón Rodríguez “Mil máscaras”, potosino de nacimiento; Cesáreo Manrique “El médico asesino”; el capitalino Maximino «Max» Linares Moreno “Rayo de Jalisco”; el tamaulipeco René “Copetes” Guajardo; Carlos de Lucio “Karloff Lagarde”; José Díaz Velázquez “Ray Mendoza”; el personaje nacido en los sets cinematográficos y encarnado en la arena por Daniel García, llamado “El príncipe de seda”, único y verdadero “Huracán Ramírez”; el maestro Genaro Vázquez Nevarez “Blue Panther”; Pedro Aguayo Damián, «El Can de Nochistlán» el conocidísimo «Perro Aguayo»; otro zacatecano, Carlos “Tarzán” López Tovar quien figura por adopción en la genealogía familiar durante la infancia, sin saber que años después un trio de hermanos sí que pertenecen a los panes familiares en algún inextricable grado de consanguinidad… personajes, héroes odiados y enaltecidos en las funciones de la lucha libre, en películas, álbumes, juguetes y en discusiones eruditas vencidas por la pasión.
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