Campus

Refracción

Golondrina de ojos negros. Acrílica sobre cartulina. 28.0 x 21.5 centímetros.

El jade de los campos adobaba sus pupilas negras
—más allá de este futuro personal—
llenas del doble azul fundido en el horizonte reverberante
embriagado con vientos de otra altura,
y en contra del agobiante calor de rocas
era bálsamo en un cause innombrado
con aroma de frutos no conocidos, de admirables colorido y piel.

Era el atardecer un gemido cálido
(del naranja/violeta al rojo brutal de soles constantes
[plasmado desde el inicio de los días en el vientre delas nubes]
en la superficie rugosa de los cerros)
sobre los muros gruesos de adobe y paja de las casas
y en la llorosa fachada lateral de La Parroquia
—su óculo empañado, afónicas sus gargantas metálicas—
ardía el rosa tenue de la cantera en barroco
bajo las gibas del agua chorreante, protuberancias irisadas
momentáneamente interrumpidas por un badén nuevo
antes de tocar, de danzar en las ondas huidizas del ahora
fragoroso río nutriente para los sembradíos agobiados
con los rigores de la canícula;
traza líquida arremolinada en los recodos donde las lavanderas febriles
frotaban el ajuar modesto entre cánticos,
augurios repetidos, cháchara y silencios cómplices
(cuando un oleaje de estupor les subía al rostro
y otro, irrefrenable, les hervía hacia abajo,
cada uno con su cauda fascinante o deplorable),
abrevadero de rumiantes sueltos a su arbitrio,
espejo para un puente con cuatro ojos almendrados
y, a través de ellos —oscurecido el cian del hermano Goitia—
a solas constatar
el punteado nocturno de los anhelos cintilantes.

Ilusa recuperación con arrebol de insuficiente juventud;
en la punta de los dedos el flagelo de su calor
(tersura sin nido),
el húmedo recuerdo evaporado una tarde
cargada con los densos vellones oscuros
en que a la sonrisa veló el dejo amargo del desprecio rebullente
revivido en el jade de esos campos que adobaban sus pupilas negras
más allá —aún— de este presente personal,
llenas del doble azul fundido en el horizonte apagado
que armonizara con los embates de un viento venido de lejos
impregnado de vapores sutiles y aromas arranciados.

Acerca de Víctor Manuel López Wario

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