Aunque el culto a la Santa Muerte tal como se conoce hoy en día, no va más allá de mediados del siglo XX, la veneración a dicha imagen tiene sus antecedentes en la época colonial, señaló la antropóloga Katia Perdigón Castañeda, quien analizará estos temas en curso impartido en el Museo Nacional del Virreinato.
La investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), refirió que la muerte representa para muchos una palabra tabú y su sola mención produce silencio, admiración y miedo, por ello la necesidad de romper prejuicios mediante el conocimiento de su historia, concepto, alegoría y religiosidad popular, aspectos a tratar en dicha actividad académica.
Si bien algunas ideas prehispánicas en torno a la muerte sobrevivieron a través de las crónicas de los españoles, entre ellas por fray Bernardino de Sahagún en su Historia de las cosas de Nueva España, éstas fueron matizadas por la propia cultura de los conquistadores; asimismo, los vestigios arqueológicos no son del todo suficientes para tener un parámetro real de lo que se opinaba al respecto en la antigua Mesoamérica, dijo.
Durante la Colonia, el trabajo evangelizador se enfocó en preparar a devotos y conversos para recibir una “buena muerte”. Este concepto, junto con el del fallecimiento como castigo por el pecado de Adán y Eva, y el del Juicio Final, dio pie a una rica iconografía plasmada en el arte virreinal.
Por ejemplo, refirió Katia Perdigón, en esa época grandes esculturas con la imagen esquelética salían en procesión el Viernes Santo. De éstas, se conservan al menos tres en el país que son veneradas hasta el día de hoy: la Santa Muerte de Yanhuitlán, que es visitada en el ex convento dominico de esa localidad oaxaqueña; y las conocidas como San Bernardo y San Pascual Bailón, en Tepatepec, Hidalgo, y Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, respectivamente.
“En la época colonial, la Iglesia católica vio como una herejía esta veneración hacia la imagen esquelética de la muerte. De acuerdo con documentos inquisitoriales de los siglos XVII y XVIII que pude consultar, las represalias no iban dirigidas a la gente involucrada, sino a la acción en sí, incluso en 1797 se arrasó una capilla en el pueblo de San Luis de la Paz, donde se ejercía este culto”, abundó Perdigón Castañeda.
No sabemos quién lo impulsó, pero es posible que entre 1950 y 1960 circularan las primeras estampas con esta imagen y un rezo específico en el reverso, para ese periodo quienes le oraban eran sobre todo personas que estaban en peligro de muerte, fuera por su estilo de vida o tipo de trabajo, añadió.
“Lo mismo —continuó la antropóloga— se acercan a ella (la Santa Muerte) amas de casa, que médicos o policías; sin embargo a finales de los años noventa, el amarillismo ha ligado su culto a grupos fuera de la ley o personas que viven o ejercen en las calles, tras difundirse que el secuestrador Daniel Arizmendi, alias “El Mochaorejas”, capturado en esa década, era devoto de la imagen”.
Katia Perdigón concluyó que esta devoción surgida en la región centro del país ha cruzado las fronteras sur y norte, e incluso el Océano Atlántico, pues en Europa su iconografía es retomada como un elemento kitsch, de manera que es imposible pronosticar su duración pues se ha reactualizado y reestructurado, de acuerdo con las necesidades del momento y los gustos de quienes profesan este tipo de creencias.
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