Reconstruir tsunamis del pasado que acompañaron a diversos terremotos ocurridos hace varios siglos o algunas décadas, es el objetivo académico de María Teresa Ramírez Herrera, investigadora del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM, quien ha desarrollado un método propio para adentrarse en la paleosismología.
Entre sus resultados, ha comprobado que el 28 de marzo de 1787 hubo un terremoto de magnitud 8.6 con tsunami en las costas de Guerrero y Oaxaca, que se adentró 6 kilómetros en el mar oaxaqueño, y que al sismo de septiembre de 1985 y una de sus réplicas le siguieron dos maremotos, los días 19 y 22, que destruyeron Barra de Potosí, en Guerrero.
Ramírez Herrera explicó que “como científicos nos interesa ver la huella del tsunami, medir las alturas de las olas y su efecto en la costa, indagar los procesos de erosión y los depósitos que dejó el evento”.
En relación al sismo de 1787, registrado en documentos históricos, detalló que también se preservan evidencias en la geología y en los sedimentos.
Ello con base a un método de multi-indicadores o “multiproxy”, que se constituye por herramientas que incluye el estudio de documentos históricos, testimonios orales de los sobrevivientes de algún movimiento telúrico y el análisis de sedimentos desde diversas disciplinas como la geomorfología, la estratigrafía, la geoquímica y la modelación por computadora.
Con ello es posible conocer con precisión el tamaño del grano de los sedimentos, el contenido de la materia orgánica y la información contenida en microfósiles de microscópicas algas diatomeas y de microorganismos unicelulares llamados foraminíferas, para tener detalles del ambiente del lugar.
Añadió que “se requiere de multidisciplina, de varias técnicas e indicadores para detectar grandes eventos del pasado al estudiar los sedimentos”, precisó.
Actualmente, Ramírez Herrera y sus colaboradores investigan la llamada “brecha sísmica de Guerrero”, estudio que realiza en tres lagunas cercanas a Acapulco: Coyuca, Tres Palos y Mitla. “No trabajamos en la bahía porque está altamente transformada por la urbanización y uno de los principios es no laborar en zonas alteradas, sino en sitios prístinos”, acotó.
En diversos sitios de esa región encontraron una capa de arena con características de un depósito de tsunami, es decir, con clastos de arrastre que se forman si el fenómeno entra del mar a la tierra y erosiona la superficie varios metros.
“Este suelo fue arrastrado y se formaron clastos, que después quedaron incorporados a la arena. Los encontramos seis kilómetros adentro de la costa y los fechamientos con carbono 14 indican una edad de hace tres mil 400 años. Pienso que es un depósito de tsunami”, detalló.
En su investigación, también encontró un cambio en el nivel de la costa, que indica subsidencia, es decir, que ésta bajó en el momento anterior al depósito del fenómeno. “Se trata de una deformación co-sísmica, provocada por el sismo”, afirmó.
Además, en los microfósiles se identificó que el nivel de la costa se levantó lentamente hasta recuperar el actual. “Con estos datos tenemos evidencia de un evento muy grande ocurrido hace tres mil 400 años. Nos falta extendernos más y ver si encontramos indicios en más sitios para calcular la magnitud del sismo”, finalizó.
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