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Traen a la luz fotógrafos de la Decena Trágica

 

Hace 100 años, la Ciudad de México fue escenario de un escenario bélico, esos hechos aciagos de febrero de 1913 que configuran la llamada “Decena Trágica”, cuando se registro el asesinato del Presidente, Francisco I. Madero,  y que tras más de un siglo de sucedido un grupo de investigadores, hará un análisis exhaustivo de este hecho a partir de las imágenes que de ella se generaron.

Para Samuel Villela, Rebeca Monroy y Daniel Escorza, coordinadores de la exposición: La imagen cruenta. Centenario de la Decena Trágica, que organiza el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), se trata de una conmemoración que permite reflexionar sobre nuestra soberanía, pues en ese momento se truncó el proceso democrático surgido del triunfo maderista.

Se estima que fueron unos 80 fotógrafos, entre profesionales y aficionados los que capturaron los combates en aquellos días, los repliegues, el éxodo de los capitalinos, los destrozos, el horror y la muerte, poco a poco se han ido revelando una decena de autores que hallaron, principalmente en las revistas ilustradas y los diarios, un espacio para narrar visualmente esos infaustos días.

Hasta hace unos años, antes que los historiadores indagaran en las imágenes publicadas sobre el suceso, los fotógrafos de la Decena Trágica vivían en el anonimato dentro de los fondos de la Fototeca Nacional, entre ellos el Casasola, uno de los principales corpus de la fotografía documental de la Revolución.

Ahora se sabe —precisó el antropólogo Samuel Villela— que Eduardo Melhado y Samuel Tinoco laboraban para Novedades y La Semana Ilustrada, respectivamente; Abraham Lupercio para El Imparcial, Ezequiel Carrasco para Revista de Revistas, Manuel Ramos para El mundo, Antonio Garduño para El Diario, y Gerónimo Hernández para el diario maderista Nueva Era. Otros autores importantes fueron Heliodoro J. Gutiérrez y Sabino Osuna.

“Esto convierte a la Decena Trágica en el suceso revolucionario que tuvo la mayor cobertura por parte de fotógrafos nacionales (exceptuando al alemán Hugo Brehme); contrario, por ejemplo, a la Toma de Ciudad Juárez, donde los fotógrafos estadounidenses tuvieron una presencia mayoritaria”, destacó el investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social (DEAS) del INAH.

En efecto, abundó a su vez el historiador Daniel Escorza, del Sistema Nacional de Fototecas (Sinafo), esos diez días, entre el 9 y el 18 de febrero de 1913, fueron los más capturados de la Revolución Mexicana, junto con la Toma de Ciudad Juárez, en 1911, y la Invasión Norteamericana de Veracruz, en 1914.

A pesar de los esfuerzos por sacar del anonimato, tanto a fotógrafos como cinefotógrafos, en opinión de Samuel Villela existe un gran legado visual pendiente de procesar, y también falta valorar el trabajo que este gremio realizó con gran profesionalismo y bajo el riesgo de perder la vida, como fue el caso de Miguel Casasola (hermano de Agustín Víctor), quien fue herido en una de las contiendas de la Decena Trágica.

Por las imágenes, en las que incluso aparecen algunos de ellos, es posible intuir que los fotógrafos solían moverse en pequeños grupos por motivos de seguridad. De acuerdo con Samuel Villela, para 1913 había una idea de solidaridad gremial, ya que dos años antes se había fundado la Asociación Mexicana de Fotógrafos de Prensa, y se montó la primera Exposición de Arte Fotográfico, la cual fue inaugurada por el entonces subsecretario de Instrucción Pública, Alberto J. Pani.

 

Acerca de Juan Carlos Machorro

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