En México, el 11. 8% de las familias manifestaron haberse quedado sin comer a causa de la falta de recursos económicos, tal como lo señaló el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en su Encuesta Nacional de Ingreso de 2016.
De acuerdo con cifras oficiales, se estima que los países más ricos del mundo en 2018 producen anualmente casi el doble de alimentos que los más pobres, esto es un aproximado de 900 kilogramos por persona, de cuyo total se desperdician 1,300 millones de toneladas, principalmente frutas y verduras. Lo anterior, de ser evitado, representaría el combate de una de las más importantes metas de la humanidad: la erradicación del hambre.
Actualmente existen programas que buscan subsanar esta problemática, como los Bancos de Alimentos (BA), que de acuerdo con el gobierno mexicano, fueron creados como organismos sin fines de lucro que distribuyen la comida excedente que reciben de distintas estancias.
En aras de fomentar su eficiencia, Claudia Arias Gutiérrez e Ingrid Vianey Flores Pérez, egresadas de la carrera de Ingeniería en Alimentos de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, de la Universidad Nacional Autónoma de México, ubicada en el Estado de México (Edomex) contribuyeron al mejoramiento y funcionalidad de un BA, una labor que les valió la medalla “Gustavo Baz Prada” del año pasado al lograr que desde su profesión más gente que lo necesita pueda ser beneficiaria de ese lugar.
En 2017, cuando las dos alumnas cursaban los últimos semestres de su carrera, junto con el químico Jonathan Paredes Juárez, académico del área de Microbiología de la Facultad, realizaron un proyecto en un BA. “Se podía lograr potencializar sus conocimientos y, sobre todo, aterrizar la parte de la formación profesional, es decir, pudieron llevar el campo de acción de la Universidad a la vida real”, comentó el investigador.
Destacó que dicho complejo recibe comestibles de diferentes supermercados y mayoristas de la zona, como frutas, verduras, hortalizas, productos a granel y enlatados, los cuales se pretende sean distribuidos a personas de bajos recursos económicos.
La intervención, por tanto, era conocer las condiciones de operación del BA en virtud del cumplimiento de las etapas que comprenden su funcionamiento. Hasta entonces, en la Facultad no existía un proyecto de servicio social con dichas características.
Con la idea de evitar la contaminación de los alimentos y así aprovechar al máximo dichos recursos, los involucrados de la FESC asistieron a una entrevista en el lugar para conocer las instalaciones y las condiciones en las que se llevaban los procesos arriba mencionados.
Las estudiantes y el QFB Paredes tuvieron como objetivo dos ejes fundamentales: por un lado, identificar las áreas de oportunidad del sitio y, por el otro, capacitar al personal que ahí labora sobre la sanidad y las buenas prácticas para evitar lo más posible la contaminación. “Uno de los pilares fundamentales de la manipulación de los alimentos es evitar la contaminación sea física, química y, la más importante, la microbiológica”, reconoció el académico.
En la inspección, encontraron que no existía un criterio de selección de los suministros basado en sus propiedades particulares ni una normativa de limpieza adecuada. Para definirlo, Ingrid y Claudia realizaron un control microbiológico de las diferentes áreas (almacenamiento y secciones de refrigeración) y crearon una metodología que asistiera a los trabajadores del BA en la recepción, almacenamiento y distribución.
La capacitación del personal era de suma importancia dado que una indebida manipulación de los alimentos traería consigo su ulterior contaminación y, por ende, una más baja distribución de los mismos. Por eso, se impartió a los trabajadores pláticas relacionadas con el lavado de manos, la limpieza de los utensilios empleados y de las superficies, todo lo cual mejoraría la inocuidad de los comestibles.
Así, el equipo de la FES Cuautitlán estableció una normativa que mejoró las condiciones del BA y disminuyó los índices de contaminación, haciendo que los víveres fueran aptos para el consumo humano y mayormente aprovechados por los beneficiarios.
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