Rafael H. Rivera
Era la noche del 24 de junio de 1859, en la localidad de Solferino, se habían enfrentado desde las primeras horas de la madrugada dos poderosos ejércitos. El austríaco, al mando de Francisco José I, y los ejércitos de Napoleón III de Francia y del Reino de Cerdeña, comandado por Víctor Manuel II. Las cifras varían en total de cerca de 220,000 a 300,000 hombres entre ambas milicias.
La lluvia torrencial, granizadas y tolvaneras también habían hecho lo suyo. El ejército aliado venció al austriaco dejando un panorama desolador, dice Henry Dunant, en su “Recuerdo de Solferino” que habían 40,000 heridos o muertos de ambos bandos, dejando una tarea titánica de resolver ante la magnitud de la brutal carnicería la asistencia médica o de inhumación.
Las crónicas hablan de tres días completos en los que los mismos cuerpos de atención del ejército francés y de pobladores de las aldeas cercanas se dieron a la tarea de brindar las asistencias correspondientes, con la congestión de los hospitales y acarreo de heridos y prisioneros.
Ante este panorama, Dunant, quien se encontraba de manera circunstancial en esa región, se organiza con pobladores de una de las aldeas para auxiliar en las labores de asistencia, recogiendo heridos y atendiéndolos sin importar el bando por el cual hubiesen luchado, dándose cuenta de que la mortandad se hubiese reducido con la ayuda de cuerpos voluntarios.
Al término de tan terrible experiencia, el mismo Dunant, comerciante que se encontraba en Italia por negocios, decidió escribir “Recuerdo de Solferino”, obra que costeó con su propia fortuna, con un tiro de 1,600 ejemplares, teniendo un éxito completamente inesperado.
Su éxito literario, que no pretendía describir las proezas tácticas de los ejércitos enfrentados, sino la experiencia por él vivida, lo llevó a reflexionar sobre la importancia de crear cuerpos voluntarios calificados en tiempos de paz para brindar asistencia en tiempos de guerra, naciendo con ello la idea que conduciría a la fundación de la Cruz Roja.
En 1863, impulsa la celebración de la Convención de Ginebra, donde 12 países participantes, aceptan la creación de este cuerpo de voluntarios, adoptando la cruz roja, sobre fondo blanco con carácter de neutralidad.
En 1901, recibe el primer Premio Nobel de la Paz, por la fundación de esta institución, que durante la Primera Guerra Mundial, enfrenta un gran desafío al movilizar a miles de voluntarios y la Segunda Guerra Mundial se suma aportaciones económicas importantes.
En la actualidad, la Cruz Roja y Media Luna Roja cuentan con cerca de 186 naciones que han firmado los convenios de Ginebra, existen 169 sociedades nacionales y cerca de 127 millones de asociados.
En México, las organizaciones que se dedican al socorro tuvieron como inspiración la misma Cruz Roja y la Cruz Blanca Neutral, fundada por Elena Arizmendi Mejía, y que obtiene reconocimiento por parte del presidente Francisco I. Madero, el 11 de abril de 1911.
La Cruz Blanca Neutral va cambiando su labor asistencial de heridos en los combates de la Revolución Mexicana a la asistencia infantil, según ordenamiento del presidente Lázaro Cárdenas, en 1938.
Otras organizaciones a lo largo de los años surgieron y tuvieron vida efímera, algunas más han permanecido, teniendo periodos de gran apogeo como en los finales de la década de 1970 y principio de los 80´s por el auge de la radiocomunicación ciudadana, conocida como Banda Civil.
Estos transmisores facilitaban la comunicación entre voluntarios y sus respectivas bases, teniendo ahí sus orígenes organizaciones como Cruz Ambar, Comisión Nacional de Emergencias y otros que estaban más estructurados como Escuadrón de Rescate SOS y Rescate Urbano México, entre muchos otros grupos.
Por otro lado, también con gran tradición los diferentes grupos de rescate alpino, que hoy en día se les conoce como de terreno agreste o de montaña, de gran importancia y valiosos como los de la UNAM, entre otros.
Uno de los grupos que guardamos en la memoria por su valiente participación durante la búsqueda y rescate de personas en los escombros de los edificios en 1985, fueron los Topos.
Y por parte del gobierno, al menos en el Distrito Federal, en la década de los 70´s surge el Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas, asimilado hoy en la estructura orgánica de la Secretaría de Seguridad Pública.
En los últimos años, en un esfuerzo entre el Cuerpo de Atención a Emergencias (CUATE), durante dos años se estuvo dando un diplomado de Técnico en Urgencias Médicas, en conjunto con la Academia del Heroico Cuerpo de Bomberos Ave Fénix, sin embargo, por falta de coordinación institucional quedó trunco este proyecto.
Ni que hablar del Heroico Cuerpo de Bomberos, que su historia y actividad misma podría llenar volúmenes enteros por su tradición. Lo mismo atienden panales de abejas, accidentes vehiculares, fugas de gas, fugas de agua, encharcamientos que apaga incendios.
Este breve recuento de organizaciones e instituciones, con riesgo de haber omitido grupos y organizaciones que en México se dedican a la noble labor del socorrismo, bajo sus diferentes denominaciones a lo largo del tiempo, desde camilleros, primer respondiente, socorristas, paramédicos, Técnicos en Urgencias Médicas y, en algunos casos de manera reciente, Profesional Asociado en Urgencias Médicas, celebran año con año esta valiosa actividad.
A pesar de la diferencia entre los orígenes institucionales, colores de uniformes, insignias, propósito y funciones específicas, cada 24 de junio, cada uno de quienes entran en la categoría de socorrista, celebra, en memoria de esa primera organización voluntaria de la Batalla de Solferino, como el día que hermana su actividad altruista, ya que, a pesar de estar bajo estructuras gubernamentales algunos y voluntarios los otros, sus actividades que nada tienen de cotidianas, los lleva en muchos casos a ir más allá del deber para arriesgar su integridad para buscar salvar la vida de sus semejantes.
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