El ecofeminismo propone que los movimientos feminista y ecologista trabajen conjuntamente en la construcción de opciones teóricas y prácticas que favorezcan la equidad entre hombres y mujeres y los ecosistemas, precisó Miriam Alfie Cohen, académica de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), ubicada en el poniente de la Ciudad de México (CDMX).
En su artículo Más allá del ecofeminismo romántico: la búsqueda del cuidado ambiental y la igualdad de género ofrece un recorrido por diversos discursos ecofeministas, que permiten repensar la relación desde la perspectiva de las condiciones materiales de la vida de las mujeres con la naturaleza.
Describe el ecofeminismo romántico o cultural como aquel que identifica al sector femenino de la sociedad con la naturaleza y cuya visión es esencialista.
El planteamiento gira en torno a mujeres naturalizadas y a una naturaleza femenina, dando pie a una unidad indisoluble por el vínculo esencial que existe entre ellas, “una concepción esencialista que presenta dos ámbitos: uno que manifiesta la fragilidad de ellas por sus características físicas y que da lugar a una visión naturalista y según el cual a ellas corresponde las emociones, mientras que a los hombres se les adjudica la razón”.
El segundo circunscribe a las mujeres a la esfera privada de la reproducción y asigna al varón el plano público de las decisiones, explicó Alfie Cohen.
El ecofeminismo radical conduce al dominio sexista y romántico, vuelve al origen mujer-naturaleza, recupera los valores matriarcales y trata de implantar la cultura femenina.
El racionalista-liberal aborda la problemática desde la visión de la Ilustración para apostar por la razón del género humano y combatir a partir de la misma el deterioro medioambiental y la condición femenina de desigualdad.
La especialista en riesgo, vulnerabilidad y gobernanza ambiental considera el deterioro del hábitat como resultado de la puesta en práctica de un modelo de desarrollo economicista, que desestima los impactos negativos para el entorno, no utiliza adecuadamente los recursos naturales ni cuenta con la legislación respectiva; la explotación de las mujeres es el resultado de la situación marginal en la que han vivido, y la conexión mujeres-ambiente no tiene una base biológica.
Para las ecofeministas que defienden esta corriente es fundamental proponer reformas medioambientales basadas en una mejor aplicación de la ciencia moderna, acompañada de una legislación que asegure el cumplimiento de las condiciones necesarias para un desarrollo ecológicamente sustentable.
El ecofeminismo socialista se distingue por una clara posición sociopolítica en la cual las mujeres son, y de ellas las más pobres, las que sufren el deterioro climático de manera directa al enfrentarse cotidianamente a la escasez de recursos naturales.
Derivado de un modelo socioeconómico que privilegia el crecimiento sobre el cuidado ambiental, comandado por el patriarcado y el capitalismo, la naturaleza se explota mediante la técnica para facilitar el progreso, entendido principalmente como crecimiento económico.
Esta corriente propone la construcción de una sociedad socialista que propicie una nueva relación entre los géneros y una relación distinta con el entorno, lejos de la dominación, que garantice una buena calidad de vida para todos y todas. Esta línea se sustenta en las condiciones materiales de la vida de las mujeres, no en una esencia biológica.
La característica de este pensamiento es destruir los dualismos cultura/naturaleza, hombre/mujer, mente/cuerpo, espíritu/materia y promover una nueva metodología científica feminista no dualista ni fragmentaria.
La doctora Alfie Cohen concluye que el ecofeminismo en América Latina constituye un movimiento de muy reciente data, pero que se ha conformado y constituido para enfrentar las amenazas sobre la vida de ellas y sus hijos, pues los modelos de producción y consumo han resultado lesivos a la naturaleza y generadores de pobreza, lo que agrede directamente a las mujeres.
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