La mirada de Alonso Barrera, de seis años de edad, se ilumina cada vez que ve figuras de dinosaurios. El gran tamaño y la extraña forma de sus cuerpos le causan asombro e invitan a su imaginación a soñar con ellos, por eso se ha aprendido sus nombres científicos y sabe distinguir a un Tiranosaurio de un Triceratops. Igual pasa con muchos de sus amigos que tienen la misma edad.
Pero ¿qué sucede con los niños que no pueden ver?, acaso no merecen tener ese mismo sentir, es una cuestión que en México se presenta en poco más de un cuarto de la población (27.2 por ciento) que tiene problemas visuales, de acuerdo con datos del INEGI.
Por ello, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) desarrolla en Coahuila un proyecto de divulgación de la paleontología para acercar el universo de los fósiles al público que nunca tendrá la oportunidad de mirar el enorme cuerpo y las fauces de un dinosaurio, las defensas del mamut o la espiral de los amonites. Pero que a través de sus manos podrán palpar las diferentes “estrellas” guardadas en el corazón de las piedras.
Al respecto, la paleontóloga Felisa Aguilar, investigadora del Centro INAH Coahuila y coordinadora del proyecto, preguntó “¿Cómo explicar algo tan complicado científicamente y tan visual a una persona con diferentes capacidades sensoriales?”. “Ha sido un reto difícil”, dice, “al que se ha invitado a la comunidad de débiles visuales para que nos ayuden a hacerlo realidad”.
La iniciativa consiste en echar andar un taller de experiencia táctil itinerante en escuelas y comunidades cercanas a los sitios paleontológicos de esa entidad, a fin de explicar al público qué son los fósiles, en qué consiste el proceso de fosilización y qué especies se pueden encontrar en el suelo coahuilense, el más rico en yacimientos paleontológicos de México.
Se trata de réplicas fidedignas en yeso, concreto y resina, de piezas originales que se han descubierto en Coahuila, como el Velafrons coahuilensis, dinosaurio herbívoro que vivió hace 72 millones de años y que se caracterizó por su frente en forma de vela de barco.
Al momento se cuenta con las reproducciones de huellas de dinosaurio ornitomímido, que se asemejó al avestruz actual, cuyas patas tenían tres dedos muy largos y delgados. Las improntas proceden de los yacimientos paleontológicos de Las Águilas y Rincón Colorado; también se tienen mandíbulas de dinosaurios herbívoros de la región, el cráneo y la pata derecha del Velafrons coahuilensis y fósiles más antiguos que los dinosaurios, como los amonites y los trilobites.
Asociadas a las réplicas se generaron cédulas informativas escritas en lenguaje sencillo y directo que dan información básica y de interés sobre las piezas que se palpan. Los textos se transcribieron al sistema braille para que los datos también puedan ser leídos por personas de capacidades distintas, para lo cual se contó con la participación de la Asociación Mexicana de Enfermedades Visuales y Estudios de la Retina AC (AMEVER), de Saltillo.
El proyecto forma parte de un plan de divulgación más amplio que incluye otras estrategias y medios de difusión para concientizar sobre el patrimonio paleontológico, en el cual se trabaja desde hace varios meses en coordinación con la Dirección de Operación de Sitios del INAH, a través del arqueólogo Jesús Ramírez Almaraz y la diseñadora gráfica Mayra García García, como parte del programa de prácticas profesionales que tiene el Centro INAH en el estado con la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma de Coahuila.
La paleontología ha utilizado los adelantos tecnológicos para la divulgación de este patrimonio, por ejemplo, con los dinosaurios robotizados, sin embargo, son experiencias visuales y en algunos casos auditivas, porque no se permite que se toquen las figuras, dice Felisa Aguilar. El taller que desarrolla el INAH está apoyado en reproducciones que permitirán conocer los fósiles con el tacto.
Los especialistas consideran que a través de la experiencia táctil es posible transmitir la fragilidad de este patrimonio, reconstruir historias del pasado y formar imágenes mentales que se vinculen a los textos leídos, posteriormente a la experiencia de tocar. El taller se impartirá simultáneamente al público normovisual, al que se le vendarán los ojos, e invidente y débil visual, para dar al tacto la misma importancia que a la vista, que “son dos de los principales sentidos de los que hace uso el paleontólogo durante la búsqueda, excavación, recolección y traslado de fósiles”, comenta Felisa Aguilar.
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