Apenas en el verano pasado, un grupo de hoteleros se sumó al proyecto del jefe de Gobierno capitalino (GDF), Marcelo Ebrard, consistente en convertir a la Ciudad de México en una urbe cultural.
La decisión de los hoteleros se basó en que “existe una percepción de seguridad pública en la capital”, dijeron.
Un mes y medio después, la realidad cambió por completo esa percepción de seguridad para convertirla en una de zozobra permanente en la que viven los millones de capitalinos que, a diario, transitan por la ciudad. Unos moradores del DF; otros, provenientes del Valle de México que en la Ciudad de México hacen su vida cotidiana.
Decapitados, arrojados en las cercanías de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena); bombazos, en especial, a sucursales bancarias; ejecutados dentro de un restaurante, que no es de postín, sino de clasemedieros; incendio en una tienda de autoservicio en las afueras del Centro Histórico, y denuncias sobre policías controladores del trasiego de estupefacientes en el Aeropuerto de la Ciudad de México, son las realidades actuales.
Las autoridades capitalinas tratan, por todos los medios, de difundir una imagen de hechos aislados, cometidos por delincuentes comunes y corrientes. Algunas veces hasta con contradicciones en sus informaciones, como en el caso del incendio del Wal Mart o en el asesinato de las comunicadoras Marcela Yarce y Rocío González Trápaga, asesinadas el pasado 30 de agosto, y cuyo caso está sin resolverse satisfactoriamente.
Una supuesta organización anarquista, autollamada Conspiración de las Células de Fuego (CCF) Fracción Federación Anarquista Informal de México, reivindicó el ataque a Wal Mart de Buenavista, a cuya confesión, el procurador capitalino, Miguel Angel Mancera, respondió negativamente.
Sin embargo, al día siguiente, grupos similares detonaron un paquete que estaba dentro de la empresa Multipack, para su entrega, ubicada en la Colonia
Guerrero, misma donde se encuentra Wal Mart.
Unas cuantas horas más tarde, en Tlalpan, se registró la explosión de un artefacto en una sucursal bancaria, que podría acreditarse también a grupos subversivos, según confió el subprocurador de Averiguaciones Previas Desconcentradas, Luis Genaro Vásquez.
Entre abril y los primeros días de octubre de este año, se han registrado cuatro ataques a instituciones bancarias por grupos no identificados que utilizan artefactos de fabricación casera.
INSEGURIDAD ALCANZA AL DF
Estudiosos de estos fenómenos precisan que esa ola de actos delictivos no son hechos inconexos, sino parte de un plan bien definido para controlar la Ciudad de México, tal como se hizo en Culiacán, Sin.; Ciudad Juárez, Chih.; Monterrey, NL., y, últimamente, Acapulco, Gro., y el Puerto de Veracruz.
Hasta el verano pasado, la Ciudad de México se veía como una urbe más o menos segura. Ahora, no.
Las acechanzas de todo tipo rondan por las calles de la ciudad, sin que los gobiernos federal y local tengan un programa efectivo para hacerle frente a esta ola de violencia.
Lo peor del caso es que esa ola rebasa las medidas de seguridad implementadas en el DF.
Los hechos delictivos están perfectamente concatenados. Sembrar el terror y la zozobra parecen sus metas inmediatas para hacer llegar la cadena delictiva de los estados a la gran capital.
Conquistar la Ciudad de México ha sido un sueño permanente; ahora lo están logrando esos grupos delincuenciales.
Fracaso en Veracruz
A 24 horas del anuncio del Gobierno Federal, con Francisco Blake, secretario de Gobernación, y Alejandra Sota, Vocera del Presidente Felipe Calderón, junto con el gobernador, Javier Duarte, sobre un bloque militarizado, Ejército, Marina, Policía Federal y de Veracruz, bajo un mando único, para combatir al crimen organizado, por el asesinato y tiradero de 35 personas; resultó que el jueves 6 descubrieron otros 32 muertos; fue un acto de provocación. En la noche, la Marina informó de 20 detenidos. El mismo plan se anunció para el estado de Guerrero. r
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