Comunitarias

De mis pasos. Los de mañana… los de ayer… los de hoy

A unas cuadras de las oficinas de Mi Ambiente, colonia Ampliación Asturias, degustaba un tamal de rajas con queso y un vaso de atole de arroz. Indebidamente, aclaro a Tere, nuestra muy gentil gerente administrativa. Indebidamente dadas mis condiciones de salud: diabetes, hipertensión crónica, daño pancreático, lesión por accidente cerebrovascular y quién sabe qué más ocasionado por un estilo de vida nada recomendable.

Comía mi tamal, guajolota, cuando al lado pasa un joven con tres perros sujetos a sus respectivas traillas. Los tres de obvia procedencia callejera, los tres de color café: uno parece labrador, otro lleva sangre cocker spaniel, el tercero es mestizo, o criollo mexicano.

El comerciante en tamales, atole, café, pan dulce, a mi pregunta sobre el joven de los perros responde: pasa todos los días, saca primero a unos, luego a otros. Tiene más. Los recoge en la calle, los cura, los alimenta, los protege. Los perros, me doy cuenta, lo siguen tranquilos. Pasan otros a su lado y no se muestran agresivos. Pareciera que cumplen un compromiso de buena conducta.

Termino mi tamal, guajolota, y el atole. Sigo mi camino. Me dirijo a otro sitio antes de ir a la redacción de Mi Ambiente. Así, tardo unos minutos de más para pasar a una cuadra de donde vi al joven de los perros. Lo vuelvo a encontrar. Ahora trae a otros tres. Dos son café oscuro y uno gris, oscuro también. Uno tiene evidente ascendencia shar pei, otro es maltés y uno mas cruzado de chihuahua o fox terrier.

Tengo oportunidad de platicar con el joven. Se llama Fernando. Charla con una dama, tan amable como él, su nombre Rosalía. Son vecinos con quienes nunca había cruzado palabra. Tema de la conversación, los perros. Fernando comenzó su labor de rescate y cuidado de animales callejeros, informa, hace dos años. Su motivación: la muerte de uno que quiso mucho, Drago. Desde entonces, alentado por una médica veterinaria comenzó a recoger canes en abandono. En el transcurso de esos dos años ha recogido 32, de los cuales varios ha entregado en adopción. A pesar de los cuidados se le han muerto algunos. Tres de ellos apenas la semana pasada, los enterró en un lugar apropiado.

Fernando está convencido de que tiene en esos amigos, justamente llamados sus perros, compañeros que estarán con él en los espacios donde more después de estos en donde hoy vive. Por lo pronto, sabe que Drago está con «el Perro cojo», según el romance de Manuel Benítez Carrasco. Lo volverá a encontrar, junto con los que le adelanten, habrá de corretear con ellos en los jardines del Señor.

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