Por Ana Herrera
En el barrio mágico de San Agustín de las Cuevas en Tlalpan, existe un fuerte componente cultural que le valió este título desde 2011 para fomentar el turismo en esta particular región ubicada en el sur de la ciudad; sin embargo, la geografía de este lugar es esencial para disfrutar de esa magia que se distribuye a lo largo del pedregal.
Por alguna razón la piedra volcánica transmite paciencia: el tiempo que demoró la lava en secarse fue un proceso de miles de años, las reacciones entre el aire y el magma originaron la formación de cuevas.
Para comprender el lento proceso natural de la formación de las cuevas, la siguiente explicación del cronista de Tlalpan Salvador Carmona:
Mientras en el exterior el magma se fue enfriando, en el interior todavía descendía un canal de fuego que aprisionaba gases, los cuales al momento de estallar ocasionaban una reacción que hacía saltar a la roca generando así una serie de vacíos que habrían de convertirse en cuevas, por eso se llama San Agustín de las Cuevas.
La porosidad característica de la región del pedregal, ocasionó un mayor almacenamiento de agua de lluvia corriendo dentro de las cuevas dando origen a los manantiales, símbolos equiparablemente relevantes a aquellas cuevas.
Delimitado el trazo de las cuevas por la solidificación de la lava en el Pedregal, la marcha del tiempo que dejó enterrados los misterios de Cuicuilco, continuó hasta que los primeros grupos sociales se fueron estableciendo en las partes altas del Ajusco y en las partes bajas, específicamente en San Agustín de las Cuevas, referida por Salvador Padilla «como una loma que había escapado del alcance del Xitle.»
El flujo de la lava, tal como si se hubiese vertido un líquido en una superficie plana, habría de tomar distintos caminos, dejando zonas libres de su presencia.
Respecto a este evento, el señor Toño, originario del barrio de la fama comenta su asombro al argumentar sus observaciones: -“Cómo es posible que yo cuando voy a ver a mi hermano allá arriba en la colonia hay piedra volcánica y pasando la calle ¡ahí ya no hay nada, es pura tierra!”
Lo anterior ocurre debido al cauce de la lava, pues su descenso no fue homogéneo sino que dejó áreas sin su presencia. Además de esta característica hay un rumor muy popular que corre sobre Tlalpan, frecuente entre pláticas casuales, donde se suele afirmar la existencia de túneles dentro de las cuevas que conectan lejanos lugares como el Zócalo capitalino y el Cerro de la Estrella en Iztapalapa.
Se cuenta también que las cuevas de la Parroquia de San Agustín, se comunican a través de pasadizos secretos entre los conventos, casonas y fincas aledañas al centro de Tlalpan. De estas formaciones del suelo de Tlalpan, hay fascinantes historias y misteriosas leyendas como la de Las Cuevas del Aire, una gruta ubicada en el Ajusco con estalactitas y estalagmitas que atraviesan parajes explorados por viajeros que no han podido encontrar su camino de regreso a casa.
Al respecto, un hombre de 61 años habitante de la zona de arboledas que ha sobrevivido a base de oficios, relata que “Cuando nosotros estuvimos rascando para hacer los drenajes encontramos tumbas prehispánicas, jarrones, figuras de barro, ídolos. Incluso muchos de los compañeros los tienen en sus casas. Todo eso lo encontramos entre la tierra”.
Salvador Padilla en su compendio cronológico sobre Tlalpan menciona que la diplomática escocesa Frances Erskine Inglis, conocida por su título social como la marquesa de Calderón de la Barca, en sus visitas a los mejores sitios de descanso del México independiente, describió a Tlalpan de la siguiente manera:
Mientras San Agustín se halla situado en medio de una de las regiones más fértiles y productivas del valle, una gran faja de lava yerma y desolada, que llaman el pedregal, se encuentra en los mismos aledaños al pueblo, limitada por graciosos árboles del Perú y plateados álamos que enmarcan una pequeña iglesia.
San Agustín de las Cuevas fue fundado por los Dieguinos, una congregación proveniente de Franciscanos, que edificaron el convento y la iglesia de San Agustín en 1547, misma que habría de ser elevada a la categoría de parroquia en 1637. Esta ideología religiosa tan predominante en Tlalpan habría de conmemorar su fiesta patronal en San Agustín de las Cuevas, desde hace 467 años hasta la fecha, cada 28 de agosto.
El centro de Tlalpan es uno de los destinos más pintorescos que se pueden encontrar en metrópolis, además de estar en el corazón de la delegación más grande y la que es considerada como el pulmón de la ciudad, es un lugar con magia, misterio y una historia actual que se sigue escribiendo sobre las mejores páginas del pasado.
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