Decía Jorge Zúñiga en programa radiofónico: “La ciudad de México no es como la vemos, sino como la recordamos”. El hecho es que un instante después de lo vivido, lo vivido es ya recuerdo.
En el transcurso del 2012, año electoral, las imágenes en la mente y el sentimiento de 9 millones de habitantes, son las de una ciudad de contrastes. Aparecen a cada paso por la urbe, agobiante a veces. Agobiante cuando salimos al trabajo, a la escuela, a cualquier lado. Los minutos parecen acelerados según la prisa. Las manecillas del reloj giran a velocidades crecientes, o lentas, según cada caso.
“Sobre tu capital cada hora vuela ojerosa y pintada en carretela…” Diría López Velarde. Sí. Antes volaban presurosas las horas. Hoy son los minutos. 10… 5… 15… Transcurren a velocidades angustiantes cuando esperamos en la esquina el paso del micro que nos traslade. Cuando esperamos en el Metro un tren al cual podamos abordar. Misión imposible en horas pico. Las autoridades de la ciudad no han tenido la capacidad para resolver el problema del transporte público.
Mientras esperamos, o cuando viajamos apretujados en vagones que recuerdan a la Familia Burrón, vamos repasando los problemas que enfrentamos diariamente: recolección de basura; disminución del abasto de agua o el desagüe de la que cae del cielo, la ciudad no tiene capacidad de aprovecharla, no hay modo de bajarla a los acuíferos agotados.
Agréguense la inseguridad que nos pone en riesgo de sufrir alguno de los delitos de alto impacto social: asalto, en la vía pública o en el transporte; secuestro en todas sus modalidades; robo domiciliario. Contaminación que obliga a estar pendientes de los “imecas”. Acaso una contingencia ambiental obligue a un “doble hoy no circula”. La corrupción en todos los ámbitos de la vida pública. En la prevención del delito, en la procuración y la impartición de justicia, en la rehabilitación de reos en un sistema penitenciario que, por sobrepoblación, ha dado origen a nuevas formas en el ser humano: vampiros y gárgolas, dice Emilio Álvarez Icaza. Vampiros, quienes se cuelgan de los barrotes de las celdas para dormir. Gárgolas los que se encuclillan pegados a la pared para lo mismo.
¿Más? La vialidad que no permite un desplazamiento razonablemente ágil y seguro. El ambulantaje, que dificulta el tránsito por banquetas, por pasillos de los paraderos de autobuses, por andenes del Metro, aún por sus vagones.
Sí, México, la ciudad, es mejor que muchas en muchos aspectos. Pero aún hay cuestiones fundamentales por resolver. En el diario andar encontramos cantidades crecientes de ambulantes, actores en mil y una formas de economía informal. Franeleros, limpiaparabrisas, payasos, malabaristas callejeros. Faquires que abordan el Metro, tienden su sarta de vidrios y se revuelcan sobre ellos para tratar de conseguir una moneda. Otras veces, jóvenes advierten: “acabamos de salir del reclusorio y antes que volver al robo preferimos pedir su ayuda…”.
México es ciudad de contrastes. Los candidatos: Miguel Ángel Mancera, joven con la mejor de las intenciones; Beatriz Paredes, joven también, que acredita vocación, experiencia, oficio; Isabel Miranda de Wallace, llena de audacia, y Rosario Guerra, con entusiasmo, pretenden tener lo necesario para ejercer un gobierno que haga de nuestra ciudad un lugar digno para vivir.
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