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El girasol fue domesticado en México

Durante la década de los años 90 del siglo pasado, en dos cuevas del estado de Morelos se recuperaron más de 10 mil evidencias de origen orgánico; en los últimos años, algunos de estos materiales han sido analizados demostrando la amplia temporalidad de algunos cultivos en lo que hoy es suelo mexicano, entre ellos del girasol (Halianthus annuus).

De acuerdo con, José Luis Alvarado, del Laboratorio de Arqueobotánica del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) organismo del gobierno mexicano, la datación de 2,300 años para las tres semillas de girasol recuperadas en la Cueva del Gallo, indica que dicha planta no sólo fue domesticada en el sureste de Estados Unidos, como había sido reportado hasta hace poco tiempo.

Estos datos obtenidos con la técnica del Acelerador de Espectometría de Masas permiten constatar que para el llamado periodo Formativo, en el centro de lo que hoy es México, también hubo otro centro de domesticación de esta planta, distinto al del Valle de Mississippi, donde en 1960 se encontraron semillas de girasol, incluso de menor tamaño que las halladas en la cavidad localizada en Ticumán, en el municipio morelense de Tlaltizapán.

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La siembra de la planta debió ser un complemento importante en la dieta de los mesoamericanos, explicó el biólogo. En lo que respecta a sus semillas, son ricas en ácidos grasos y poliinsaturados que ayudan a regular el colesterol, asimismo contienen potasio, fósforo, magnesio, calcio y ácido fólico, micronutrientes que coadyuvan al buen funcionamiento de los sistemas nervioso y muscular.

Junto con sus colegas David L. Lentz, Mary De Land Pohl, Somayeh Tarighat y Robert Bye, adscritos a instituciones académicas estadounidenses y mexicanas, José Luis Alvarado abordó el tema de la domesticación del girasol en el México precolombino en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

En el mismo artículo, los autores señalan que un aquenio (pepita) arqueológico de girasol también fue recuperado en la localidad de San Andrés, en Tabasco, y fue fechado para el periodo Arcaico Tardío (2875-2575 a.C.), es decir, hace aproximadamente 4,800 años.

Las evidencias obtenidas recientemente, tanto en Tabasco como en Morelos, indican la importancia del cultivo del girasol en la época prehispánica y colocan a Mesoamérica como otro centro de origen de su domesticación.

Proyecto Arqueobotánico Ticumán
En comunicado de prensa, Alvarado refirió que el Laboratorio de Arqueobotánica del INAH es uno de los partícipes del Proyecto Arqueobotánico Ticumán (PAT), el cual ─durante sus 10 temporadas en campo, de 1992 a 1999─ congregó a arqueólogos, biólogos, zoólogos, geomorfólogos, antropólogos físicos y restauradores.
Las más de 10 mil evidencias orgánicas rescatadas de las cuevas del Gallo y La Chagüera, refieren que fueron utilizadas por las comunidades de agricultores que ocuparon márgenes del río Yautepec como espacios funerarios y de uso ritual hace alrededor de 2,800 años, en los periodos Formativo Medio y Terminal, hacia 800 a.C. – 200 d.C.

Entre los materiales arqueobotánicos recuperados e identificados se tienen elementos de cultivo (maíz, frijol, calabaza, chile), así como material de recolección (ciruelas, aguacate). También se encontraron numerosos restos de textiles, de cordelería y de cestería, entre ellos restos de un petate en el que fue envuelta una persona que tenía entre 10 y 12 años al morir.

Dijo que “con varios elementos de material identificado se han realizado estudios específicos, por ejemplo de maíz, donde se han determinado dos tipos de variedades para la zona estudiada, así como el cambio que se ha dado en la selección de frutos de calabaza a través del tiempo.

“Con los restos de textiles se han determinado las fibras que se emplearon como materia prima: maguey (Agave), pastizal (Panicum), cuaulote (Guazuma), epífita (Tillandsia) y algodón (Gossypium). En lo que respecta a los restos de madera se ha identificado al pino como un elemento importante en actividades rituales”, detalló el investigador del INAH. Anotó que de estas especies originarias que abarcan una temporalidad de 500 a 2,300 años de antigüedad, en la actualidad sólo sobrevive 15%.

Son tanto los materiales recuperados de las cuevas mencionadas que hasta la fecha, en 2014, varios siguen siendo analizados. Inclusive, en ambos espacios se dejaron múltiples evidencias en contexto arqueológico para el estudio por parte de futuras generaciones de científicos.

El Proyecto Arqueobotánico Ticumán ha permitido adentrarse en el complejo agronómico y de recolección que prevaleció durante el Formativo en las comunidades de la ribera de Yautepec, un área donde –de acuerdo con los recorridos de superficie que se hicieron en ese entonces— se hallan dispersos más de un centenar de sitios de ocupación, vestigios de canales de riego y zonas de cultivo.

Acerca de Juan Carlos Machorro

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