Pese a diversos discursos oficiales en México cada vez más mujeres se integran a la fuerza laboral con empleos estables, remunerados y reconocidos socialmente, pero aún enfrentan desventajas respecto a los hombres.
Se informó que la trabajadora es recriminada socialmente y persiste una carga negativa en su contra, consideró María de los Ángeles Herrera Romero, del área Educación Especial y Rehabilitación de la Clínica Universitaria de Salud Integral de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Indicó que “no obstante, si una soltera o casada gana un sueldo usualmente lo destina al bienestar familiar y no considera a su empleo como algo para ella, a diferencia de muchos varones sin vínculo matrimonial que destinan su salario sólo a gastos personales”.
A partir de datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, la también integrante del Programa Institucional de Estudios de Género de Iztacala (PIEGI) señaló que en el año referido el 71.6% de las trabajadoras en México eran madres”.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) calculó que el 96.3 por ciento de las mujeres económicamente activas participaban en la producción de bienes y servicios, mientras el 3.7% se dijeron “desocupadas”, aunque se detectó que no era así, sino que el trabajo que realizaban no era remunerado o carecía de base salarial.
En la primera categoría se incluyó a quienes se dedicaban al comercio informal, pero no a las vendedoras de artículos para el hogar (actividad no considerada formal), por lo que las amas de casa que además venden por catálogo se encuentran en el segundo rubro.
Añadió que “esa población registró un incremento de madres solteras, divorciadas y separadas. El 71.8% de las primeras recibió remuneración en un trabajo estable; de las segundas, 77.7 y de las terceras, 68.3”, expuso Herrera Romero.
Pese a la notoria presencia laboral femenina, el hombre tiene prioridad en puestos como cargos directivos. Aunque lleguen personas de ambos géneros con los mismos conocimientos y currículum, él tiene preferencia.
“Hay empresas que consideran contraproducente contratar a mujeres porque pueden ausentarse si los hijos o algún familiar enferman. Incluso, hay lugares que exigen constancias de no embarazo”, apuntó la especialista.
Además, ellas padecen violencia en ámbitos laborales. Aunque tengan mayores cargas que los varones, reciben menor paga y es frecuente que algunas secretarias se encarguen del trabajo de su jefe mientras él recibe reconocimientos y aumentos salariales y ella permanece en el anonimato.
En encuestas realizadas por el PIEGI se detectó que las agresiones son frecuentes. “Si una mujer asciende de puesto, de inmediato se le atribuye a coqueteos con el jefe o intercambios sexuales. Se demerita y desprestigia así el esfuerzo realizado”, estableció Herrera Romero.
Para contrarrestar estos escenarios, la académica señaló diferentes iniciativas, como el convenio entre PIEGI y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para capacitar a su personal en cuestiones de género.
“La Sedena señaló que en los últimos cinco años el porcentaje de mujeres en el Ejército mexicano aumentó, al pasar de 3.83 a siete por ciento del total de elementos, no sólo en el área administrativa, sino en tropas. Ahora hay mayor apertura y aceptación para que desarrollen labores antes consideradas sólo para varones”, detalló.
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