José Alfredo Jiménez es el compositor de música ranchera cumbre de nuestro país, aseguró Jaime Almeida, durante la sesión de escucha en la Fonoteca Nacional que estuvo dedicada al guanajuatense creador de canciones emblemáticas como El rey, El jinete y Si nos dejan.
Ello como parte de las actividades a 40 años de su muerte en donde el especialista musical, Jaime Almeida, recordó a José Alfredo quien compuso piezas en todos los géneros de la música ranchera: valses, corridos, boleros, polkas, baladas y hasta huapangos, forman parte de su repertorio, formado por 208 canciones.
Apuntó que, a pesar de que José Alfredo no sabía tocar ningún instrumento, pudo conjuntar música y letras de manera tan importante, que lo ha hecho uno de los compositores más reconocidos, cuyas canciones logran conectar con el ánimo de las personas.
De hecho, dijo, sus canciones han construido una cosmogonía, marcada por la presencia del alcohol, el desamor y la muerte, tanto en sentido real como figurado, que se muestra por ejemplo, en Camino de Guanajuato, su tierra natal, que comienza con “no vale nada la vida, la vida no vale nada”.
Jaime Almeida reveló que el 20 por ciento de las 208 canciones de José Alfredo, tienen un “tufo alcohólico”, pues mencionan bebidas embriagantes como el tequila.
Otro aspecto importante de la producción musical de José Alfredo, quien murió con tan sólo 47 años de edad, el 23 de noviembre de 1973, es que fue realizada en la ciudad de México. Aunque se hizo en el entorno urbano, su música suena a ranchero.
El especialista indicó que esto se debe a las imágenes bucólicas creadas por José Alfredo de ese México glorioso de rancho, caballos y campo, por lo que su música ha sido aceptada en todas las clases sociales, pues tiene la esencia de nuestro país, con la cual todos se pueden identificar.
Todavía, dijo, hay mucho que descubrir de José Alfredo, pues apenas es un 30 o 40 por ciento lo que nos ha llegado de su producción musical. Para oír lo que no se conoce de José Alfredo, Jaime Almeida invitó a consultar el acervo de la Fonoteca Nacional, a fin de que esas piezas no se queden en “el polvo del olvido”.
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