De acuerdo a análisis realizados recientemente a la Ofrenda 4 de La Venta, en el centro de México, han permitido descubrir evidencias de que la antigua civilización Olmeca, que floreció en la costa del Golfo de México, alcanzó una expansión territorial y comercial mucho mayor a la que se conoce actualmente, ya que mantuvo contacto con sitios alejados como Guatemala, Guerrero y Oaxaca.
La ofrenda, encontrada en 1955, cuya antigüedad es de tres mil años, está integrada por 16 figurillas talladas en diversas piedras verdes que representan a individuos masculinos y una fila de seis hachas delgadas que enmarca la escena.
Al respecto, Diana Magaloni Kerpel y Laura Filloy Nadal explicaron que gracias a los análisis de materiales que hicieron en conjunto con el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con apoyo de José Luis Ruvalcaba, se pudo identificar la procedencia y tipo de piedras verdes con las que fueron talladas las figurillas.
Es la primera vez que hay una evidencia física de la expansión territorial de esta cultura evidenciada en la ofrenda. “Encontramos jade de la cuenca del río Motagua, en Guatemala, y serpentina de Guerrero y Oaxaca. Esto nos hace suponer que las piezas representan un bien suntuario procedente de lugares distantes que mantenían comercio o alianzas con el sitio olmeca de La Venta”.
Los 22 elementos fueron analizados con microscopia estereoscópica; espectrometría Raman e Infrarroja, con difracción de rayos X, con lo que se estableció el empleo de cinco tipos de roca para su manufactura: jadeitita, piroxenita, plagiogranito, serpentinita y roca de zoisita, clorita, cordierita y cromita. Estos estudios permitieron elaborar un mapa de Mesoamérica, con los yacimientos minerales de donde se extrajeron los jades utilizados.
El volumen editado por el INAH también recoge la historia de cómo salieron del país tres de las 16 figurillas después de su hallazgo, y por más de medio siglo permanecieron bajo resguardo del Museum of Natural History del Smithsonian Institution. Su regreso a México fue en 2011 y desde entonces se exhiben de manera integral en el Museo Nacional de Antropología (MNA), en la ciudad de México.
La ofrenda fue localizada en la Plataforma Norte del sitio de La Venta en 1955, por Eduardo Contreras del INAH, quien trabajaba con el director del proyecto, Philip Drucker, y el investigador Robert Heizer, patrocinados por el Instituto Smithsoniano, la National Geographic Society y la Universidad de California, Berkeley. En el sitio se encontraron 16 figurillas talladas en distintas piedras verdes que representan a individuos masculinos y seis hachas delgadas que simbolizan un acto político religioso.
La ofrenda fue cuidadosamente enterrada bajo diversas capas de arcilla de múltiples colores: el primer estrato era café y los que le siguieron estaban constituidos por arcillas naranja, rosa, amarilla y blanca que posiblemente hacen referencia a los distintos niveles del cosmos.
Las piezas representan a seres que habitan el espacio de la muerte, que es el inframundo. “Hay viejos, adultos y jóvenes y se pueden identificar de acuerdo con sus rasgos, los más jóvenes tienen mejillas redondas y no está marcada la línea naso geniana que implica vejez, ni tienen la barbilla prominente de los ancianos”.
Diana Magaloni refirió que tienen un rostro humano, pero son seres que están en transformación, “sus bocas se están convirtiendo en fauces como de jaguares, lo que implica que el rostro puede ser como el dios del maíz o el jaguar ancestro”.
Todas las piezas poseen los ojos rasgados, tallados sin pupila, ahuecados, a diferencia de las cabezas colosales que son retratos sin deformación craneal y sus ojos sí tienen pupilas.
Comentarios Cerrados