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Moneros y monitos en el Museo de la Caricatura / Marta Sahagún y su venta de garaje

Crítica, burla y buen humor, son algunos de los elementos que los hacen una auténtica piedra en el zapato, especialmente para la clase política, para los gobernantes: se trata de los caricaturistas.

Al igual que la nota roja, la caricatura es de las secciones preferidas por los lectores de los diversos medios de comunicación. La síntesis de un hecho, de una realidad, plasmada en un cartón es el disfrute de los asiduos a la lectura.

El Museo de la Caricatura, ubicado en Donceles 99, en el Centro de la Ciudad de México, alberga decenas de caricaturas de, al menos, 160 agremiados.

Seis salas dan cuenta del trabajo que con maestría han desempeñado a los largo de los años, los también llamado moneros, porque hacen monitos, dibujos geniales que no son otra cosa que un comentario atinado sobre el acontecer del país.

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Cuatro de ellas exhiben caricaturas relacionadas con temas del momento, con el personaje del ahora y que por sus rasgos físicos o alguna característica personal es fácil de ridiculizarlo simplemente de exponer en las páginas de los medios de comunicación.

Las otras dos hacen mención a la historia de la caricatura que, por cierto, en México se remonta su aparición a 1826, cuando el italiano Claudio Linati introduce la litografía al país e imprime el periódico El Iris, el cual publica el mismo año la primera caricatura con el título Tiranía.

Luis Xavier Saenz de Miera Santana, director de relaciones públicas del Museo de la Caricatura, con más de 35 años de experiencia, precisa que el término caricatura proviene de la palabra italiana caricare, que significa alterar una figura, pero sin perder su esencia.

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El 19 de marzo de 1987, agrega el reconocido periodista, se inauguró el museo, fue entregado en comodato por el entonces presidente de la República Miguel de la Madrid Hurtado, quien estuvo acompañado a la fiesta, al gran logro, por el ex regente Ramón Aguirre.

Como resultado de la agudeza que imprimen algunos caricaturistas a sus trabajos, está el reclamo airado de los aludidos.

Luis Xavier recuerda una de ellas, donde la protagonista fue nada más y nada menos que la esposa del entonces Presidente Vicente Fox, la controvertida Marta Sahagún.

La venta de garaje de su ropa fue motivo para hacer una caricatura, la cual hirió la poca sensibilidad de la ex primera dama, quien, a través de uno de sus personeros, hizo saber al caricaturista su disgusto.

A lo largo de la historia de México, la caricatura ha servido para criticar los excesos de los gobernantes, banqueros, en fin de aquellos que lastiman a la población y al país.

El Museo de la Caricatura, antes Antiguo Colegio de Cristo, resguarda las obras realizadas por caricaturista que datan de 1826 hasta la fecha. Ahí se exhibe material de celebres personajes como Carreño, R. Moysen, RRuizte, Luis Carreño, F. Manjarrez. E. Gómez. Altamirano, Iracheta y Luis Xavier, entre otros.

Dicho espacio sirve no sólo para apreciar el avance de la libertad de expresión en el país, reflejado en trazos, también es un área recreativa en la que todos los días se dan citas decenas de turistas que buscan perpetuarse y piden les hagan una caricatura, previo pago de 20 pesos la entrada, y 15 para maestros, estudiantes y personas de la tercera edad.

El costo de la caricatura personal en blanco y negro es de 50 pesos, o bien si el bolsillo lo permite el contratante paga 100 pesos por la de a color.

Para atender las peticiones de los visitantes muchos de ellos estudiantes y vacacionistas europeos, todos los días 9 experimentados caricaturistas hacen su mejor esfuerzo, para esta vez resaltar, la gracia de los contratantes.

Un poco de historia sobre el edificio del ahora Museo de la Caricatura nos permite conocer que antes fue el Colegio de Cristo, cuyo fin fue dar sustento a un grupo de colegiales para su formación, por un lapso de 10 años bajo la condición de ser naturales de España vestidos por un manto morado y beca verde con el escudo de armas del fundador bordado sobre ella.

En 1774 fue cerrado y una vez desocupado el edificio se alquiló para viviendas, administrado por el Colegio de San Idelfonso. Tras pasar por varias manos, en 1928 se realizó la restauración del Colegio. Finalmente, el 9 de febrero de 1931 fue declarado monumento histórico.

El Colegio de Cristo ya como patrimonio de la nación fue remozado y por solicitud de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas y el Salón de la Plástica les es entregado en comodato.

Dos años después se inauguró el Museo de la Caricatura junto con el salón de la plástica, por el ex presidente Miguel de la Madrid, quien hizo la entrega a Pedro Sol Lalande.

En 1995 nuevamente se desocupa el edificio con el fin de remozarlo y evitar su derrumbe. Dos años después, para ser precisos, el 4 de diciembre de 1977 nuevamente se entrega en comodato por el ex regente capitalino Oscar Espinoza. Actualmente dicho espacio para la caricatura es encabezado por Emmanuel Vélez.

Como en su momento lo señalara Carlos Monsiváis al referirse a la caricatura: un dibujo crítico no es humorismo en el sentido de la búsqueda profesional de la carcajada.

Sí induce a la risa, a la sonrisa y a todas las otras decapitaciones de la falsa grandeza, pero no va tras el chiste, sino tras la parodia visual, algo muy distinto.

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