Con todo y sus problemas internos, el PRI-DF está ante la oportunidad de recuperar el espacio político perdido desde 1997, cuando dejó de ser la primera fuerza electoral y entró en severa crisis que culminó con la perdida del gobierno federal en el 2000.
En el proceso electoral de este año, con Beatriz Paredes Rangel como candidata al GDF, y Enrique Peña Nieto, abanderado a la Presidencia de la República, el PRI está en el ánimo de los capitalinos. La gente en esta ciudad está cansada de la forma en que los perredistas llevan las riendas de la administración pública que más pareciera que llegaron a manejar un negocio familiar.
Con pleno conocimiento de lo que ocurre en el DF Paredes Rangel ante numeroso grupo de militantes del PRI y del PVEM, denunció que más que funcionarios, quienes gobiernan el DF son “pandillas políticas que se han beneficiado de la vocación progresista de sus habitantes para enriquecerse”.
La gente lo sabe. Son eso: una pandilla más que un grupo político. Tan sólo hay que echar un vistazo en las delegaciones Cuauhtémoc, Azcapotzalco y Venustiano Carranza para no buscar más, aunque hay mucho de lo que se podría calificar como gente que abusa al amparo de un puesto público.
Beatriz Paredes señaló, en su mensaje, que es momento de cambiar la estrategia para abatir la corrupción e impunidad y afirmó que es tiempo de propiciar el empoderamiento ciudadano en las delegaciones, a través de cabildos delegacionales con atribuciones fiscalizadoras.
Claro que hay que fiscalizar a los delegados y a todas las autoridades capitalinas y denunciar la falta de servicios de limpia, seguridad pública, corrupción en la atención a los ciudadanos en las oficinas de las demarcaciones, donde desde entrar cuesta y para que los trámites se realicen hay que invertir tiempo y dinero. Muestra de ello, principalmente, es la delegación Cuauhtémoc.
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