Aljibes es la última localidad del municipio de Tecozautla, Hidalgo. Se llega, a partir de la cabecera municipal, después de transitar media hora en auto por un camino empedrado. Hasta aquel paisaje semiárido, de órganos, garambullos y mezquites, arribaron los integrantes del Programa Donkey Sanctuary-Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ), con la misión de cumplir su objetivo que es promover el bienestar en las comunidades que dependen de équidos (caballos, burros y mulas).
Pero este pequeño pueblo de alrededor de 600 habitantes, sin señal telefónica ni Internet, es uno de los muchos pequeños pueblos en donde este programa tiene presencia y que abarca 260 comunidades de 13 entidades: Oaxaca, Guerrero, Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Hidalgo, Estado de México, Ciudad de México, Michoacán y Morelos; que a estos animales en sus unidades de producción rural.
El coordinador de este programa, Mariano Hernández Gil, indicó que Donkey Sanctuary ha atendido, desde 1984, a un promedio de 30 mil animales por año, y en estos 32 años ha asistido a más de 500 comunidades.
La presencia en algunas de estas localidades ha sido permanente por su nivel de marginación, mientras que en aquellas con necesidades menos apremiantes ha sido intermitente; otras tantas, han dejado de visitarse porque el objetivo ya se cumplió.
Este proyecto de ayuda a los équidos inició en la UNAM cuando la actual profesora emérita de la FMVZ, Aline Schunemann de Aluja, recibió la invitación de Elisabeth Svendsen, fundadora de The Donkey Sanctuary, en Inglaterra, para trabajar por los burros en México.
A lo largo de estos años sus objetivos han cambiado, incluso su lema: Unidos cuidamos a los équidos de México. “Antes atendíamos al año hasta 35 mil animales lastimados o enfermos y nos íbamos, pero al regresar tiempo después solíamos encontrar algunos pacientes con la misma lesión, no por un tratamiento inefectivo, sino porque la causa del problema persistía».
Hace un lustro se dio una variación a la misión: ahora, el enfoque es comunitario. Los universitarios estudian las condiciones que ponen en riesgo el bienestar animal, los factores que las perpetúan y los recursos para atenderlas; por supuesto, se consideran las necesidades urgentes en los animales (y no sólo équidos), pero también se implementan acciones que apoyen el desarrollo en cada localidad. Se movió de protección animal a bienestar en sistemas dependientes de équidos.
El objetivo se ha logrado mediante la formación de recursos humanos que mantienen un equilibrio entre la necesidad de los lugares de recibir ayuda, y su propia capacidad de resolver los problemas, indicó el académico.
Si en una comunidad hay un veterinario que no está especializado en équidos, se busca trabajar con él para desarrollar esas habilidades. Si el problema es que los arneses que se usan son inapropiados, se intenta que los propietarios, acostumbrados a hacer sus propios implementos, aprendan a manufacturarlos de manera adecuada.
Los veterinarios de la UNAM atienden cuestiones médicas como heridas en la piel por monturas inadecuadas, claudicaciones (cojeras), problemas respiratorios, digestivos y dentales. Algunas enfermedades infecciosas como la rabia o el tétanos no son tan comunes.
Rigoberto Vargas Hernández, dueño de siete asnos que utiliza para sus labores y una burra para criar, está consciente de que se trata de una especie en “peligro de extinción”, porque en otros lugares ha sido sustituida por máquinas. Pero “aquí dependemos mucho de ellos, especialmente para laborar en la milpa”.
La afirmación aún se aplica a comunidades rurales en donde es el animal predilecto para el trajinar: jalar el arado, acarrear agua, cargar leña o transportar personas. Por ello, en la sociedad debe ser visto como un animal trabajador, que ayuda a la gente, y no como sinónimo de tonto o incapaz.
Comentarios Cerrados