Mi Ambiente da su cordial bienvenida a Manuel Magaña Contreras, quien se suma como colaborador de nuestro Semanario. Es periodista desde 1960; autor de 19 libros. Ha recibido varios premios, entre ellos, 5 nacionales de periodismo. Ha participado en distintos periódicos, como Excélsior y El Sol de México, entre otros.
Cuando en la desaparecida hacienda lechera del Rosario fue filmada la película “Allá en el Rancho Grande, –el año 1936 -,nadie se imaginó que al poco tiempo empezaría a extinguirse ese idílico paisaje del sureste del D.F. que fue Azcapotzalco, con sus haciendas, ranchos, barrios, pueblos y ejidos, enmarcados por alfalfares y tierras sembradas de maíz, frijol, verduras y abundantes huertos.
Mucho menos se pudo concebir entonces que los terrenos de la hacienda del Rosario, famosa por su abundante producción lechera, donde se dice que el líder Fidel Velázquez trabajó como peón, serían utilizados para construir en ellos la Unidad Habitacional El Rosario para 100 mil condóminos, aproximadamente, lo que la convierte en la más grande y poblada en el mundo, con su cauda de problemas como drogadicción, pandillerismo, inseguridad, matrimonios deshechos, etc. Y una saturación vehicular que envenena la atmósfera, donde antes fuera “la región más transparente del aire”.
“Allá en el Rancho Grande” es testimonio elocuente de “un México que dejamos ir”, de “un México que se nos fue de entre las manos”, lamentablemente, al haber caído en extremos en materia de agigantamiento de la Ciudad de México, a partir del “Regente de Hierro”, Ernesto P. Uruchurtu, cuando la otrora hermosa capital mexicana empezara a perder su alma provinciana y a crecer, ilimitadamente.
No hay oposición a que las ciudades crezcan. Lo deplorable es que el crecimiento sea desordenado, a costa del equilibrio ambiental y del desplome de la calidad de vida.
Punto de referencia
La película “Allá en el Rancho Grande”, filmada a partir del 3 de agosto de 1936 en terrenos de la hacienda El Rosario y en los estudios México Films y estrenada el 6 de octubre del mismo año en el, ya desaparecido, Cine Alameda, es testimonio de trascendental importancia que nos sirve de punto de referencia para reflexionar profundamente y concluir sobre “lo que hemos hecho con “Rancho Grande”, es decir, con nuestras riquezas naturales que son fuente de vida.
La vida sencilla que nuestros antepasados llevaron en el noroeste del D. F. ha desaparecido totalmente para dar paso a la existencia complicada que se vive en la Unidad El Rosario. El desarrollo debe ser en armonía con la Naturaleza, en vez de agredirla, porque siendo así las cosas, también dañamos nuestra calidad de vida y la existencia misma del ser humano.
“Allá en el Rancho Grande” tiene muchas lecciones para nosotros. Quienes hemos llegado a este siglo XXI, recordemos que en 1936, cuando se produjo la filmación del afortunado tema, la cinematografía mexicana estuvo a punto de desaparecer, ante la falta de mercado internacional.
Mas se tuvo el buen tino de concebir dicha película en la que se representa al mexicano como éramos entonces y el mundo dio la gran acogida. Los mercados del mundo se abrieron y “Allá en el Rancho Grande” fue el principio de lo que sería “La época de Oro del Cine Nacional”. Esther Fernández y Tito Guizar, protagonistas y los productores del filme, nos legaron un testimonio para reflexionar sobre nuestro futuro.
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Hubo otras secuencias de la película: «Soy charro de Rancho Grande» y «Los hijos de Rancho Grande», peegunto: también se filmaron en la Hacienda El Rosario?