Si alguna duda existía sobre el incontenible avance del deterioro económico y social del pueblo de México y la dramática agudización de los injustos perfiles de la desigualdad, esta se ha disipado con el informe de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2008, efectuada por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, de la Secretaría de Desarrollo Social, donde se dice que en diciembre de 2006 había 46.1 millones de pobres y al finalizar 2008, la cifra se ha elevado en 5.5 millones de pobres más, con un total de 50.6 millones.
El dato es de suyo preocupante, porque de acuerdo a los especialistas en la materia, “la pobreza y la desigualdad social, asociada a otras lacras producto de deficiencias administrativas, como la corrupción y la impunidad, pueden degenerar en “problema de seguridad nacional”.
La seguridad nacional, con justicia social, es algo que los países con estructuras sanas cuidan siempre en primer lugar. Por eso se dice, con tanto acierto que “la verdadera paz es fruto de la justicia”.
En México, todos sus habitantes de buena voluntad deseamos el buen éxito de la lucha del gobierno federal, con Felipe Calderón a la cabeza, en contra de la delincuencia organizada, incluyendo el narcotráfico en primer término y sin omitir a la delincuencia de “cuello blanco” o de cualquier otra característica.
Y mejor aún es desear que esa lucha que dentro de los cauces de la Ley, del Derecho, deba liberarse en cualquier parte del país, no se detenga en atacar únicamente a los efectos, es decir, las consecuencias, sino en penetrar hasta el fondo, o sea, profundizar para conocer las causas del mal y combatirlas, en primer término.
No a título de crítica. No, no se trata de eso, sino con el carácter de colaboración al combate a la delincuencia organizada en todas sus formas, debe quedar esclarecido que la sola participación de los soldados y demás cuerpos responsables de guardar el orden público no es suficiente para combatir esa lacra. Se requiere de una amplia y profunda labor de prevención del delito. Entre ellas, conocer y dar solución a las causas.
El informe de la Secretaría de Desarrollo Social, referente al crecimiento de la pobreza en México y pasar ésta, de 46.1 millones en diciembre de 2006 a fines de 2008, a 50.6 millones, indica que hay una tarea muy grande a desarrollar en materia de justicia social. ¿Porqué tan enorme rezago? Esto será tema de otra más de nuestras entregas. Lo concreto es que la pobreza avanza a grandes pasos lo mismo que la desigualdad, y ambas lacras hay que superarlas.
Una positiva política de seguridad nacional, basada en la justicia social y a partir de nuestro Estado de Derecho, no puede soslayar que en la pelea por la paz social no se pueden disociar el combate de los cuerpos de seguridad pública a los efectos de la delincuencia organizada y la vigencia de la justicia social para que todo mundo pueda llevar el pan a la mesa de sus respectivos hogares.
¡Cuánta sabiduría, cuánta verdad contiene la conocida sentencia: “La verdadera paz es fruto de la justicia”!
Leyes inspiradas en los bastardos intereses supranacionales del neoliberalismo tecnócrata, globalizador y macroeconómico, han arrastrado a los legisladores a aprobar leyes que han condenado a la inmensa mayoría del mexicano a la pobreza extrema, a la vez que “una minoría de privilegiados delincuentes se enriquece a costa de todos”..
Muchas cuestiones básicas de la vida nacional deben ser enmendadas. Carlos Pellicer, el poeta del sureste, dice esto que es fundamental para el futuro de México: “Algún día el maíz será de todos/ algún día las cosas de la tierra/ en las manos juveniles/ de otros hombres más hombres”.
Si la verdadera paz es fruto de la justicia, tienen que cambiar las estructuras del país para que el pan en la mesa de todos los hogares sea la bendición cotidiana que propicie el bienestar y elimine la desigualdad.
El combate a la inseguridad pública en el marco de nuestro Estado de Derecho y la vigencia de un Orden Social Justo, son tareas indisolubles en la legítima búsqueda de la tranquilidad nacional.
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