Ante la presencia del crimen y la violencia en México, que se han vuelto temas constantes en la literatura mexicana desde tiempos remotos, nos remiten en esta ocasión, al libro Nación Criminal de Héctor Domínguez Ruvalcaba, donde trata de explicar como estos epitetos se han vuelto una cotidianeidad en la cultura nacional.
En entrevista con este reportero, detalló que la representación de la violencia se ha propagado por diversos medios y la molestia sobre esto ha hecho que desde los ámbitos hegemónicos de la sociedad haya mayor queja por la propagación de estas representaciones que por la alarma sobre violaciones de derechos humanos. Tomando en cuenta lo profundo que ha llegado esta crisis, tan grave que se cuentan por decenas de miles los desaparecidos, yo diría que las representaciones y los debates al respecto son aún muy precarios y tímidos, dijo.
Dicho fenómeno explica tiene gran relación con un Estado corrupto y poco sensible a los derechos de los ciudadanos es producto de una sociedad que tolera y se beneficia de las violaciones sistemáticas a la ley. Yo no diría que el Estado es el único responsable, pero no con esto justificaría su estatus criminal.
El saber los grados de deshumanización del público mexicano ante la violencia, comentó es difícil medir. Yo diría que la sociedad mexicana tiene una fuerte inclinación cultural a violar la ley desde la época colonial, lo que la lleva a continuamente justificar actos de abuso e incluso de violencia. Por otra parte, se puede observar que el ambiente de inseguridad, acompañado de una pauperización de la economía de las mayorías, motiva una mayor confrontación entre clases sociales, y mayores actitudes fóbicas frente a las diferencias: xenofobia, misoginia, homofobia, que se añaden a la andanada de violencia.
Lo cual, indicó se conjunta con que las leyes y su aplicación no son el problema, “sino la gran maquinaria de impunidad que se ha construido como cultura y como conducta institucional. Más que crear más y más leyes se debe castigar como se debe a todos los violadores de la ley dentro de las instituciones, que es donde esta impunidad se articula”.
En su publicación narra desde aquellas viejas historias de El Zarco y Los bandidos de Río Frío en el siglo XIX, los narcocorridos y el tortilla western de los hermanos Almada en el XX, y más recientemente la literatura, la plástica y la cinematografía de creadores como Élmer Mendoza, Luis Estrada y Teresa Margolles develan el sentido y la función social del crimen en México.
Detalla que en este México irreal el crimen se imprime en figuras de masculinidad, en cuerpos rotos, en muertos anónimos y excluidos de la memoria, en feminicidios y otras violencias de género. Un mundo que narrativiza la corporeidad de la violencia.
Resaltó que esta violencia actual tendrá consecuencias a largo plazo. La más deseable de ellas es que la ciudadanía logre recuperar el Estado para sí. “No podría imaginar a dónde se podría llegar si se mantienen las estructuras criminales que se tienen ahora”.
Aceptando que el escribir sobre estos temas es duro, pues existe mucho miedo. “Pero nos mantenemos en este trabajo gracias a la motivación de la misma sociedad. La mayor satisfacción que uno tiene es que sabemos que hablar de esto es indispensable”.
Finalmente, indicó que libros como éste difundido por Editorial Planeta buscan mandar el mensaje de que “la solución del problema de la violencia está en la sociedad misma; que los delincuentes son producto de nuestra falta de ética social, sobre todo en lo que a nuestra cultura de la ley se refiere; que no basta con cambiar leyes e incluso de ideología política, sino que tenemos que invertir nuestros esfuerzos en la construcción de nuevos paradigmas culturales que pasan necesariamente por la recomposición de nuestra estructura de género”.
Comentarios Cerrados