Gracias a diversos trabajos de arqueología de salvamento realizados en el sur del estado de Sinaloa al norte de México, se han registrado más de 200 sitios arqueológicos que permiten entender la dinámica de ocupación en la época prehispánica en dicha región, ya que contrario a la creencia de que sólo había grupos nómadas, se han encontrado evidencias de diversos asentamientos, sobre todo a la orilla de los ríos, con basamentos piramidales, canchas de juego de pelota y toda la parafernalia mesoamericana, habitados desde el año 250 d.C.
El arqueólogo Luis Alfonso Grave Tirado, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), explicó que a raíz de este conjunto de hallazgos sostiene la hipótesis de que la cultura que se desarrolló en el sur de Sinaloa y el norte de Nayarit, es la que dio origen a la cerámica del Complejo Aztatlán (800-1350 d.C.), que se caracteriza por su riqueza iconográfica.
Dijo que “en un primer momento se dijo que esta cerámica, rica en policromía y de gran belleza en su decorado, que incluye vasijas tipo códice similares a las de la tradición Mixteca-Puebla, tenía su origen en el centro de México, pero con estas investigaciones podemos establecer que algunos de estos elementos iconográficos son más tempranos en el sur de Sinaloa y norte de Nayarit que en la Mixteca poblana, los cuales datan de al menos el año 800 d.C.”
El especialista adscrito al Centro INAH-Sinaloa señaló que ejemplos de esta cerámica se han encontrado en sitios asentados en la cuenca del río Presidio y Baluarte y en las marismas del municipio de Escuinapa, así como en Nayarit, en las cuencas de los ríos Acaponeta, Tuxpan y Santiago. “Ahí hay gran cantidad de este tipo de materiales identificados con el Complejo Aztatlán. Entre los asentamientos que podemos mencionar están Siqueros y Chametla, en Sinaloa; y San Felipe Aztatán, Tuxpan, Coamiles y Amapa, en Nayarit”.
Respecto de los grupos establecidos en dicha región, afirmó que se les conoce como Totorames, que habitaban la llanura costera del sur de Sinaloa y el norte de Nayarit, desde por lo menos el año 250 d.C. hasta la llegada de los españoles.
El arqueólogo expresó que desarrolla este planteamiento en el libro Y había tantas ciénagas que no se podía andar, editado por el INAH (2012), en el que también establece que el sur de Sinaloa y norte de Nayarit son una sola región desde la época prehispánica hasta nuestros días, aunque fue dividida políticamente hace 500 años.
Grave Tirado indicó que si bien Sinaloa ha sido objeto de investigaciones esporádicas durante décadas, la parte sur permanece prácticamente inexplorada, por lo que los trabajos realizados en los últimos 20 años, con motivo de la construcción de infraestructura carretera, han permitido el desarrollo de varios proyectos de investigación.
Durante la construcción de la carretera San Blas-Mazatlán, se registraron a lo largo de 34 kilómetros 23 sitios arqueológicos, todos pequeños y de carácter habitacional, cuya ocupación abarca del 500 al 1,350 d.C.
En otra parte de la ruta, se identificaron 82 sitios ubicados en la llanura costera, mientras que más hacia el sur se localizaron 33. La mayor parte se reconocieron por la presencia de cerámica y lítica en superficie dispersos en una pequeña área. Sin embargo, también había sitios de varias hectáreas como La Limonera, con restos de una o más estructuras de carácter monumental construidas con tierra.
También se excavó La Chicura, ubicado en la ribera del río Presidio. “Se trata de un asentamiento relativamente grande representativo del prototipo de la zona, ya que se caracteriza por algunas áreas en las que el material arqueológico es abundante, intercaladas con otras en las que es muy escaso. Ahí se encuentran los restos de un caserío disperso en el que cada casa cuenta con su huerto”.
En la región Las Quebradas, por donde atraviesa la carretera Durango-Mazatlán, Grave Tirado agregó que se registraron 85 sitios, 15 en el extremo noroeste del valle de Guadiana, en Durango; 62 en la Sierra Madre Occidental, y los últimos ocho en la llanura costera del sur de Sinaloa.
“Los sitios arqueológicos registrados en el estado son pequeños y se componen de unos cuantos materiales; ésta es una de las ventajas de la arqueología de salvamento, ya que al reconocer el área en la que habrá una obra de infraestructura, podemos identificar incluso aquellos lugares que manifiestan una breve ocupación”, concluyó.
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