José Manuel López Castro
Luis E. Velasco Yépez
CAMPO Y DESARROLLO
Hace unos 15 años se dio el primer paso. Un poblado fronterizo entre Estados Unidos y Canadá prohibió la comercialización de productos agropecuarios que provinieran de un lugar distinto a la propia comarca. Sencillamente, no los dejaban entrar a su mercado y mucho menos, los compraban. Este hecho que en ese entonces se vio como anecdótico, ahora se encamina hacia una realidad mundial. Los nuevos Objetivos del Milenio, dados a conocer por la ONU, incluyen incentivar la producción, comercialización y consumo de los productos del campo regional y nacional por encima de los importados, como una forma de apoyar la economía rural de los países en desarrollo y los más atrasados en el ámbito económico-social. La historia de esta propuesta podría ser añeja e incluir la decisión de décadas atrás de la Comunidad Europea en cuyas tiendas de autoservicio colocaban los productos de su campo a la entrada y mandaban los importados, al fondo. Luego vino las decisiones de Designación de Origen, la promoción de la gastronomía local y el programa de Pueblos Mágicos y otros más proyectos que volvían los ojos a la vida campirana de siglos antes del capitalismo agreste. Ahora, la jugada está en la promoción de los productos locales contra los importados. Es el eterno retorno de la vida misma que siempre tenderá a volver a sus orígenes. El aggiornamento, dirían los italianos.
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