El crecimiento demográfico ha sido el principal motor de presión sobre los ecosistemas naturales. Y esto porque para poder satisfacer las necesidades de poblaciones cada día más grandes, ha sido necesario que explotemos más intensamente los ecosistemas. Para abastecer la creciente demanda de los granos que han constituido el alimento básico de muchas culturas desde los albores de la civilización, ha sido necesario sembrar cada vez mayores superficies de tierra, ello a costa de sacrificar terrenos que anteriormente ocupaban bosques, selvas, humedales o matorrales.
Se calcula que aproximadamente 24% de la superficie terrestre está ocupada hoy en día por tierras de cultivo y que tan sólo cuatro gramíneas (cebada, maíz, trigo y arroz) ocupan cerca de 40% de la superficie agrícola total. Da igual modo, para abastecernos de carne, leche y pieles hemos transformado para la cría del ganado superficies naturales a pastizales, contabilizando en la actualidad entre 6 y 8 % de la superficie terrestre del Planeta.
Los lugares que ocupamos para vivir también han crecido. Con mucha seguridad tus padres y abuelos recuerdan cómo los pueblos y ciudades donde vivían quizás estaban rodeados por campo y no por las zonas urbanas que pueden ver hoy día. En efecto, dejamos los pequeños poblados para transformarlos en grandes urbes que, en muchos casos (como Tokio, la Ciudad de México, Sao Paulo, Nueva York y Seúl, todas con más de 19 millones de habitantes en 2005) ocupan extensas superficies y demandan no menos recursos para mantenerse.
Fuente: Semarnat. ¿Y el medio ambiente? Problemas en México y el mundo. Semarnat. México. 2008
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