La pérdida de la cubierta del bosque tropical también origina que la lluvia, cuando cae y escurre por el suelo, arrastre muchas más partículas que las que llevaba originalmente cuando el bosque estaba presente. En efecto, las hojas de los árboles disminuyen la velocidad de las gotas al llegar al suelo, lo que evita que éste se pierda con fuertes aguaceros y que podría ocasionar que los pequeños riachuelos desemboquen a los ríos o lagos cargados de sedimentos, volviéndolos más turbios e, incluso, azolvándolos, es decir, reduciendo su profundidad y, eventualmente, su superficie por la acumulación de partículas en su fondo.
Esta turbidez no sólo causa daños a las especies de plantas y animales que viven en los ríos y lagos, los cuales muchas veces requieren de agua transparente para realizar la fotosíntesis y para encontrar parejas –en el caso de animales como los peces y ranas-, sino podría también disminuir la calidad de agua y afectar a las comunidades humanas río abajo que se abastecen de ella para saciar su sed y cubrir otras necesidades.
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