La polinización, proceso natural que realizan algunos animales para transferir polen de una flor a otra, tiene mucho que ver con la cantidad de alimentos y semillas con que cuenta el ser humano en el mundo. Hoy, sin embargo, está en deterioro por la modificación del uso de suelo y el cambio climático.
Es tan importante, que “de los 115 cultivos de frutas y verduras del planeta, 75 por ciento depende de la polinización”, señaló Mauricio Quesada Avendaño, integrante del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) y de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Morelia de la UNAM.
El doctor en ecología resaltó que el valor económico de la polinización es de 2.9 billones de pesos, equivalente al 10 por ciento de la producción agrícola mundial, cifra calculada de acuerdo a un estudio internacional realizado para 2005.
Indicó que “todas las áreas protegidas, y otras que no lo están, dependen en gran parte de la polinización de las abejas y otros especímenes, como los colibríes, los murciélagos nectarívoros (que consumen néctar y polen) y muchos microorganismos”.
Las abejas son un grupo diverso, fundamental para ese proceso, y México es uno de los países que tiene más variedad de estos insectos en todo el planeta.
“Los campos agrícolas tienen especies que dependen en gran medida de polinizadores. Para el cultivo de jitomate, aguacate, café, sandía, melón o calabaza, sólo por citar algunos, son fundamentales”, recalcó Quesada Avendaño.
Es interesante que más de 100 especies de agaves (de donde salen los tequilas y mezcales) y las cactáceas (como la pitaya) dependan de los murciélagos para su polinización. Las tunas también se pueden reproducir vegetativamente, pero la diversidad genética sólo se logra a través de la reproducción sexual.
De la misma forma, el aguacate depende de ese proceso; sin embargo, “los humanos hemos acabado con sus polinizadores naturales, que eran un tipo de abejas provenientes de Mesoamérica, que han coexistido con el fruto, pero se han destruido sus bosques. Ahora los agricultores tienen que introducir otro tipo de abejas, pues las originarias tienen poblaciones más reducidas. Al dañar su hábitat, si no hay flores para polinizar, se van o mueren”, explicó.
Aunque el cambio climático afecta los ecosistemas y el equilibrio natural de procesos como la polinización, es una alteración paulatina; pero una forma de perturbación más grave es la modificación de uso del suelo, porque es más drástico y rápido.
“El declive en las poblaciones de abejas es grande, por eso enfatizamos la necesidad de conservar los recursos florales, que son impactados por plaguicidas; además, estos últimos deterioran el sistema neuronal de esos insectos, que pierden la memoria y no pueden regresar a su colmena, reduciendo las poblaciones”, finalizó.
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