La mezclilla, un elemento de uso global en las prendas de vestir, y que es utizado en gran cantidad por cada persona en el planeta en pantalones, chamarras y toda prenda hecha con este textil. Sin embargo, detrás de la misma existen implicaciones económicas, políticas, ambientales, culturales y geográficas de gran importancia.
La doctora Paola Velasco Santos, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), busca rastrear estas consecuencias en relación con la producción de pantalones de mezclilla que se realiza en una región específica del centro de México.
El proyecto de la investigadora llamado “Aguas azul mezclilla. Deterioro socioambiental y precariedad en el suroeste de Tlaxcala” analiza las relaciones locales y globales de la estructura social, cultural, política, económica, ambiental y geográfica que conlleva la producción fragmentada de prendas de mezclilla en Tepetitla de Lardizábal, Tlaxcala (entidad ubicada a cuatro horas de la capital mexicana).
La doctora explica que la organización Greenpeace ha realizado campañas para evidenciar la contaminación generada por la elaboración de ropa a través de cadenas de producción en las cuales las marcas responsables no toman las medidas o condiciones laborales y ambientales que se deberían considerar.
El suroeste de Tlaxcala alberga el municipio de este estudio, en donde desde hace alrededor de 30 años una gran parte de su población se ha involucrado en la manufactura de la mezclilla, girando sus actividades económicas a las lavanderías. Esto ha ocasionado que los costos ambientales y de salud sean grandes y con relevante importancia, pues los acabados de la mezclilla requieren el uso de químicos dañinos para la salud si no se aplican con medidas precautorias, y al ser estos negocios de carácter familiar, todos los residuos de los productos usados, el sobrante de los tintes textiles y demás desechos, son enviados sin tratamiento alguno a los drenajes municipales.
Estos se unen finalmente al río Atoyac, cuya corriente de por sí ya contiene una gran cantidad de contaminantes y residuos provenientes de otras industrias y múltiples desechos urbanos de las poblaciones aledañas; además de que estas aguas funcionan como agua de riego de ejidatarios y agricultores en el municipio para diversos productos, un hecho peligroso.
Dijo que “partiendo de las perspectivas de la ecología política y la antropología de las mercancías, considero estas prendas como objetos no neutrales que inciden en las dinámicas sociales y como la síntesis de un entramado extenso y multidimensional de relaciones económicas, políticas, sociales, geográficas y ambientales desiguales y complejas que forman parte, entre otros muchos procesos, de las transformaciones socioambientales de esta región”.
Añadió que “esta investigación busca aportar a la discusión sobre los problemas ambientales en México y evidenciar su origen social y político, de manera que propone documentar los efectos de la contaminación y el deterioro socioambiental, así como explicar el contexto en que estos procesos tomaron forma y han persistido”.
Sin embargo, este trabajo no está dedicado a culpabilizar a los pequeños productores de mezclilla de la zona del deterioro y debacle ambiental que involucra el río Atoyac, sino al resultado de las dinámicas neoliberales de la época que orillan a la población a sobrevivir en condiciones socioeconómicas que obligan a depender de las herramientas disponibles. Estas pequeñas poblaciones solo son un actor mínimo en la contaminación del río, pues grandes industrias han participado en la descarga de sustancias en este río desde 1970.
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