Mmh, escribo esta columna después de haber terminado Bioshock Infinite. Me siento un poco extraño por el final, digamos que es un tanto peculiar, aunque he de decir que le da sentido al nombre del juego.
Esta nueva entrega de Bioshock se aleja de la ciudad submarina de Rupture y no lleva a los cielos en la ciudad de Columbia.
Los desarrolladores mencionaron que no tenía relación con las pasadas entregas de Bioshock y, está muy bien justificado durante el juego. Eso, por una parte, es bueno, ya que así les permite explorar otros mundos, pero, al mismo tiempo, la ciudad submarina de Rupture tiene un encanto que no encontré en Columbia.
Pero, vayamos a la historia. El protagonista es Booker DeWitt, un tipo que la ha pasado mal y que ahora, con problemas de bebida y deudas de juego, debe rescatar a una joven, Elizabeth, al inicio del juego, la premisa es: “recupera a la chica y salda tu deuda”, pues bueno, durante una gran parte de la historia las cosas se mantendrán así y, en cierta forma, no me ayudó a sentir empatía por el protagonista, mientras que Elizabeth, casi de inmediato, me llamó la atención por la forma en que Booker la encuentra y se une a él, ojo, trataré de no revelar nada de la trama, porque hay muchos detalles que pueden arruinar la experiencia de juego.
Ahora bien, Columbia fue construida por Zachary Hale Comstock, es una ciudad que puede flotar gracias a una tecnología muy avanzada, no solo son globos y propulsores, pero como ya hemos aprendido de las otras entregas, la magia del universo de Bioshock, es presentarnos este tipo de maravillas tecnológicas que eran imposibles en su tiempo, en este caso, el año es 1912, una época muy importante de la historia de Estados Unidos, debido a que fue conocida como el periodo de excepcionalísimo norteamericano, donde la grandeza de este país parecía imbatible. Lamentablemente, la ciudad flotante de Columbia se ve inmiscuida en un incidente internacional y a raíz de eso, es expulsada de la Unión Americana. Al estar aislada del resto del mundo, la ciudad flotante se vuelve un lugar utópico, donde todo parece ir muy bien, pero, muy adentro hay todos los vicios del mundo.
Entonces, como no podía ser de otra forma, los ciudadanos menos afortunados, viven oprimidos. Ahora bien, en Bioshock 1 y 2, la ciudad de Rupture tiene un encanto por si misma, es –para mi- un personaje más dentro de la trama, pero Columbia no. Sí que impresiona al inicio, a quién no le gustaría ver una ciudad que puede flotar, pero, eventualmente va perdiendo encanto, y pasa a ser un escenario solamente, bueno, me hubiera gustando investigar más la ciudad, porque tiene detalles que son interesantes.
Por otra parte, los “poderes especiales” están presentes, a diferencia de Bioshock 1 y 2, donde son conocidos como plásmidos, en Infinite simplemente les llaman “vigors”, no me gustó que no se explique bien como funcionan, pero bueno, si ya han jugado antes estos títulos, sabrán que esperar de ellos, tenemos el clásico ataque eléctrico, de fuego, gravedad y se agregan nuevos como poder atacar con cuervos que distraen y dañan temporalmente a los enemigos, también podemos utilizar cada poder de forma distinta, la primera es directa, por ejemplo, una descarga eléctrica a un solo enemigo y la segunda es de área, se podrían dejar cristales que electrocutarán a los enemigos que pasen por ahí, y así con los demás poderes. Las armas son como todos los juegos de disparos: pistola, escopeta, rifle de asalto, etc. Nada nuevo.
Lo que me agradó es que Elizabeth que es controlada de forma automática, no afecta en las batallas, es decir, no hay que estarla protegiendo, algo que agradezco porque si han leído mis columnas, ya sabrán que odio a los personajes que no se saben cuidar a sí mismos, sí, Ashley de Resident Evil 4, me estoy refiriendo a ti, babosa.
Regresando al juego, la primera cuarta parte me resultó interesante, luego vinieron dos cuartos que si bien no son malos, se resumen a: “ve para allá, regresa para acá, vuelve para allá, regresa de nuevo para acá”, no está mal, sólo que, eventualmente descubrí que tanto Elizabeth como Booker, son los que realmente importan, todo lo demás es un simple escenario, muchas de las situaciones pasarán a segundo plano en la ultima cuarta parte del juego y es entonces cuando todo, pero absolutamente todo, se complica.
Pero, para no aburrir mientras estamos jugando, se agregaron unas misiones alternas, que consisten en buscar ciertas cosas, por ejemplo, un libro con claves para descifrar un mensaje que eventualmente nos permitirá entrar a un lugar donde habrá recompensas. No es tan divertido hacerlo, pero bueno, son alternativas, también habrá que encontrar ciertos audios que explican ciertos eventos y algunas otras actividades.
Al igual que en Bioshock 1 y 2, el dinero es escaso y se utiliza para comprar mejoras, tanto para armas como para los poderes, piensen bien cómo gastar su dinero y qué armas son las que realmente usan porque el dinero, créanme, cuesta trabajo conseguirlo y se acaba muy rápido.
Y ya me extendí mucho del límite de la columna… Bioshock Infinite es un buen juego, no es mejor (ni peor) que las otras entregas, pero se nota mucho que le faltó peso a la ciudad, al menos para mi, tiene ideas buenas, pero al final, se centra mucho en los protagonistas que si bien eso no es malo, por un momento, sentí que todo lo demás parecía estar hecho para alargar artificialmente la historia, y si al final, se vuelve irrelevante, pues entonces se pudo haber evitado.
En el departamento de gráficos, música y control, no tengo quejas, todo funciona tal y como debería.
Bioshock Infinite está disponible para PS3, Xbox 360 y Windows desde la semana pasada, la versión para Mac llegará en verano.
Por cierto, al menos en PS3 (la versión que jugué), se incluye la primera entrega, por si no lo han jugado, se los recomiendo.
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