“Mi tía abuela, quien seguirá viviendo mientras haya quien cocine sus recetas”
La novela que dio origen a la extraordinaria película “Como agua para chocolate” por Laura Esquivel retrata de una forma exquisita la cultura mexicana de hace algunos años no tan lejana para alguno, sus olores, sus colores, sus sabores y su pasión. En una maraña de tradición, moral, y cocina se va cocinando esta novela magistral.
Emerge entre especias y verduras la historia de un amor imposible frustrado por la tradición y los usos de la cultura en un país donde el arraigo es enorme, donde el sentir y deseo se ve rebasado por lo que debe ser y lo bien visto ante los ojos de una injusta sociedad que pena lo mismo.
Una simbiosis mágica y una complicidad entre el ánimo, el sentimiento “el amor que se le pone a la comida”, y el resultado es un ingrediente profundamente especial; es como si los ingredientes se fundieran en el amor o el dolor de quien cocina, de Tita eternamente Tita, que enferma a sus comensales si su alma está dolida o les brinda tremendo agasajo si su corazón palpita de amor.
Entra también en escena el papel de la mujer, su arraigo cultural, su rebeldía ante la vida que le ha tocado vivir por su condición de mujer, sus pasiones, sus miedos, sus celos, sus luchas. El reflejo de la inocencia cargada en un personaje siempre lastimado por la cultura mexicana; el papel del extranjero en este caso no como el voraz depredador, sino como el amante eterno lleno de valor al perder lo más amado por respeto al mismo amor. Un personaje que es el balance entre el deseo y la responsabilidad; el coraje y el amor; la ternura y la determinación.
Y todos estos ingredientes unidos a la mesa, con choque de copas y sonido de cubiertos sobre los platos; de apetitos diversos, de juegos eternos. Cuando el respeto se confronta al amor verdadero; cuando la sumisión sucumbe ante la desesperación. Esto nos regala esta novela. Así pues ponga la mesa para disfrutar el banquete.
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