«Nuestra cultura está basada en lo frío hasta el congelamiento, nosotros prosperamos sobre campos de nieve y hielo.»
«Esencialmente luchamos por nuestro derecho a estar congelados.»
Sheila Watt-Cloutier. Presidenta del Consejo Circumpolar Inuit.
Vivamos en regiones de frío extremo o en áreas tropicales, aceptemos la visión catastrofista de los expertos o la minimizada por el interés o la ignorancia sobre el calentamiento global, el hecho consumado es éste que ahora vivimos.
Dependemos del hielo y las nieves para la disponibilidad de agua por escurrimiento, el equilibrio entre el calor atmosférico y el terrestre, el ritmo y sentido de las corrientes de aire y las oceánicas.
Los hielos mantienen el nivel del mar, la saturación salina del agua, y, con su pérdida, arruinamos los arrecifes coralinos a la vez que propiciamos las condiciones para las inundaciones, aludes y derrumbes.
Al perder los mantos de nieve y hielos eternos, las nuevas condiciones removerán el carbón atrapado por la capa helada, transtornamos las épocas tradicionales de siembra y cosecha y la cantidad en la producción de abastecimientos por hectárea, que son la base para la identidad y cultura de los pueblos diferenciados.
A más terreno expuesto al calor disminuye el albedo; perturbamos el desplazamiento, la migración estacional de los animales en el agua, rota su interdependencia.
La destrucción de los hielos y nieves eternas genera el desequilibrio desde el mar hasta las costas, de los estuarios a la tundra, de las lagunas a los ríos, de los campos de cultivo a los asentamientos humanos, con el desplazamiento añadido de los componentes orgánicos degradados, cuya composición química degenera las aguas y los terrenos en donde la fauna acuática, volátil y terrestre perderá el sustento para su preservación y desarrollo, impedida la regeneración vegetal y el entorno sano para su equilibrio.
Al impedir el desplazamiento natural de la biomasa arruinamos la disponibilidad del planctón, la reproducción del krill esencial para las especies marinas y de éstas a las aéreas a las terrestres, afectada la vida y equilibrio interespecies de nematodos, gusanos tubulares, crustáceos e invertebrados minúsculos cuyo alimento son las algas y los microbios; perdemos las algas flotantes y así destrozamos el alimento para los invertebrados y los peces, con los consiguientes cambios en los hábitos alimenticios de las estructuras que lucharán por el dominio de los pocos espacios fríos en dónde satisfacer las necesidades básicas para su desarrollo.
Roto el precario equilibrio, aumentará la depredación de las grandes especies marinas y la destrucción establecerá nuevos ajustes en la naturaleza con daños irreversibles entre focas, osos polares, ballenas, renos, caribúes… y las comunidades humanas asentadas en los espacios hasta ahora fríos.
Desafortunadamente, la destrucción de cualesquier espacio o manifestación de vida está sujeta al cuánto y la extorsión entre los poderoso, así, la parte ética y moral (si cupieran esas elucubraciones para “ellos” mesquinas), pierden toda fuerza de razón.
Un dato que quizás aclare un tanto esta realidad: las reservas potenciales en petróleo y gas indican un 25% de la disponibilidad mundial bajo la capa congelada, lo que establece una tentación irresistible para la explotación masiva, tema de discusión, dada la fragilidad en la legislación internacional derivada de la presión ejercida por los países interesados en esas latitudes. ((Global outlook for ice & snow. 2007. United Nations Enviroment Programme).
Su vida, la mía, la de su perro o su gato, la vida libre o enjaulada, la de todo animal o planta valen poco ante el interés económico basado en la destrucción. Sin el soporte en gobiernos constituidos, desmadejados en el caos derivado por los enormes conflictos generados por las necesidades insatisfechas, los grupos humanos sólo querrán vivir… a cualquier precio.
Mientras, los niños cantan en la radio: “we are the World, we are the childrens…”
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