Bayos, negros, amarillos, blancos, morados, pintos o moteados, los frijoles han acompañado la historia y la alimentación de los mexicanos, pero hoy enfrentan un desplazamiento por productos híper industrializados con exceso de grasas, carbohidratos, sales y conservadores.
Sin embargo, la leguminosa representa una alternativa viable no sólo para la buena nutrición en zonas pobres —por su alto contenido de proteína— sino para los agricultores que la producen, quienes con variedades generadas por investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) pueden triplicar su producción y mejorar ingresos, aprovechando mercados locales y regionales donde hay una alta demanda del alimento.
En el mundo se conocen alrededor de 150 especies de frijoles, de las cuales 50 están en México, por lo que a través del Programa de Mejoramiento Genético del Campo Experimental Valle de México (Cevamex), los especialistas en frijol Dagoberto Garza García, Ramón Garza García y Carmen Jacinto Hernández, se han encargado de trabajar durante 25 años en preservar y aprovechar el germoplasma de frijoles nativos, a través de la mejora genética, con la que han obtenido variedades que resuelven las demandas concretas de productores ubicados en Valles Altos de la Mesa Central, que comprende los estados de México, Puebla, Hidalgo, Tlaxcala, parte del estado de Querétaro y zonas rurales de la Ciudad de México.
El frijol (Phaseolus vulgaris L.) es una planta ancestral, asociada a la milpa, que observa una caída en el consumo por persona, el cual en 1990 era de 19 kilos y hoy es de 10.5 kilos —según estadística del SIAP. En dos décadas la ingesta de ésta alimento disminuyó a la mitad, no obstante ser un alimento rico en proteínas, carbohidratos, fibra, grasa, calcio, hierro y vitaminas como la niacina, riboflavina, ácido fólico y tiamina.
Tras analizar que el frijol puede ser una fuente de alimentos e ingresos para agricultores de una región donde prevalece población pobre y malnutrida, los investigadores del INIFAP desarrollan variedades para Valles Altos, donde se siembran alrededor de 150 mil hectáreas —de las 2 millones de hectáreas de frijol cultivadas en México. El 87% de esta superficie es de temporal con un rendimiento promedio de 794 kilos por hectárea; en cultivos de riego el rendimiento es de 1.6 toneladas.
El vínculo de los investigadores con los productores ha dado resultados notables. Por ejemplo, en Atenco, Estado de México, el agricultor Ulises Pacheco Sánchez, siembra las variedades Negro supremo y Primavera con las que obtiene más de 2 toneladas por hectárea (t/ha); en Flor de mayo, 2.8 t/ha y en Bayo Azteca, hasta 3.2 t/ha.
El también agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo expone que se trata de materiales desarrollados por el INIFAP de tipo intermedio, más precoces, de ciclo corto, y que se adaptan a menor cantidad de humedad, algo importante por que las lluvias en la zona son erráticas. Otra ventaja es que no requieren insumos costosos.
El impacto económico es considerable, anota Ulises Pacheco, porque si tenemos un frijol que se paga a 20 pesos en la localidad y rendimientos de 2.5 a 3.2 ton por hectárea, el ingreso bruto aproximado sería de 60 mil pesos, menos los costos de producción nos quedan unos 48 mil pesos; no estamos perdiendo dinero, como con el maíz de temporal donde este año no habrá regreso de capital, porque no ha habido lluvias, “no hay mazorcas ni algo que vender”. El frijol tendrá una cosecha más baja que en dos años anteriores, pero se conserva la rentabilidad y tenemos acceso a un alimento sano.
Las variedades que ha aportado el equipo interdisciplinario del INIFAP son varias, pero el investigador Ramón Garza García destaca que en Valles Altos el “boom” es el azufrado al alcanzar un precio de 40 a 50 pesos (2 a 2.5 dólares) por kilo y el Flor de durazno o Flor de mayo de 20 a 30 pesos (1 a 1.5 dólares).
El experto en frijol, Dagoberto Garza García, explica que el Azufrado Oro fue desarrollado por los investigadores con germoplasma de Sinaloa y materiales nativos resistentes de Valles Altos. Realizamos una cruza para obtener la variedad Hábito I (en proceso de validación) que rinde 1.5 t/ha; este año se liberará el Hábito II que alcanza 2 t/ha y está pendiente el Hábito III que rendiría hasta 3.5 t/ha. Esta variedad evitó que 90% de plantas fueran afectadas por la pudrición derivada del tizón común.
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