Oh oh oh ay no hay que llorar que la vida es un carnaval y las penas se van cantando
Celia Cruz
En México, donde la especialidad de la casa son los festejos, nos unimos, sumergimos y disfrutamos de la variedad cultural que nos caracteriza. Es la época cuando la mezcla que hace a los mexicanos se vive en todo el esplendor.
La fecha esta próxima, el 12 de diciembre, día en el que se celebra la aparición de la Virgen de Guadalupe, inicia el Maratón Guadalupe – Reyes y, con él, 26 días de exceso justificado y diversión garantizada.
Las posadas y la corona de adviento, las velas y las luces artificiales. Santos, piñatas, dulces, canciones y nacimientos que, por su enormidad, son visitados como si de un museo se tratasen. Cena navideña, intercambios, celebraciones solemnes, árboles de navidad, nochebuenas, villancicos, postales, regalos y vestidos nuevos… todo está listo ya. Lo de menos es improvisar, acto culturalmente aceptado.
Desde el 12 de diciembre, inician las vacaciones escolares… y las acomedidamente tomadas por la mayoría de los empleados. El año-¡qué rápido!- ya terminó. Después de tantos ajetreos, responsabilidades, celulares, autos, estrés… realmente necesitamos de excusas para pasar tiempos con nuestra familia, amigos y anexados… un rato con nosotros mismos. Un tiempo para tirarnos al suelo y pensar qué estamos haciendo con nuestras vidas.
Para aprovechar el tiempo libre siempre hacemos planes, pocas veces los cumplimos, pero siempre es bueno organizarnos. Los días para la familia o las actividades más tranquilas, las noches para los amigos… los domingos, hasta el 24, día de prender velita en la corona; son para descansar hasta que la cama nos tire por la ventana… para volver a empezar, si no ese mismo domingo, un día después.
Las actividades varían al gusto del consumidor, para las resignadas lagartijas urbanas, que preferimos la ciudad antes que cualquier viaje, no existe la resignación, un sinfín de posibilidades se abren a nuestra ociosidad creativa. Los museos no tienen descanso, exposiciones adecuadas al tiempo y para disfrute de toda la familia, es cuestión de revisar la cartelera.
Ahora que los bares tampoco cierran, ninguna actividad nocturna se ve desplazada, empiezan las carreras de las posadas, el disfrute del canto y «entren santos peregrinos», ponche, fruta, piñatas, turrones, buñuelos y niños alborotados… alcohol y jóvenes festejando, son los cuadros recurrentes. No existe mejor pretexto para festejar que una posada, así como imitar el peregrinar de María y José para recoger a cada uno de nuestros compañeros de tertulia.
En la carrera y con el tiempo, naturalmente, llega el 24, y la ciudad empieza a paralizarse. Los peinados y las corbatas ajustadas se dejan ver desde temprano para, al final del día, lucirse en una fiesta que, por lo general, es más bien familiar. Que el más chico arrulle al niño, las tías que cantan desafinadas, un poco de vino, una cena que produce buenos recuerdos, probablemente la misma cada año. Fiesta que prosigue en otras casas o en algún bar, no en el caso de quien escribe que, ese día, puede perder la cabeza de dejar a la familia sola.
El 25 y un especial recalentado que se extiende por toda la semana, una semana de parálisis citadino total, parece que todo estuviera mejor, más relajado, con más tiempo… como consejo personal: siempre recuerde que el 28 de diciembre no debe confiar en nadie. Desgraciadamente, se puede tomar desde un chistecito por algún amigo hasta asaltos y malos ratos.
Se acerca lenta y pausadamente el último día del año, fecha que tiene gran significado en la agenda personal. La oportunidad justa para darnos «otra oportunidad» para todo, para cambiar, para seguir igual, para mejorar, empeorar, sacrificar, degustar, planear ahorrar, bajar de peso, hacer ejercicio, esta vez no me voy a pelear, este año voy a leer mucho, ahora sí… nada de trabajo atrasado, toda la ilusión y esperanza lo vuelven un día delicioso.
Con carácter más fiestero que el mismo 24, el 31 empieza a pintar de colores la casa, menos formalidad y solemnidad, más alcohol, la carrera de las uvas, no se vale ahogarse, por favor, algo de oro en la copa de vino, ropa interior del color que guste y mande, las maletas en la puerta, barrer en algún sentido, algo nuevo, algo viejo y algo prestado… en fin, tantas tradiciones que pintan la noche de divertidas locuras. Hay cada invitado que se le ocurre ¡cada cosa!
El primero de enero pasa desapercibido, la mayoría despierta ya cuando ha pasado medio día. Y entonces se hace insoportable la semana, por un lado la desesperación por la espera de los Reyes Magos, por el otro quisiéramos que esta semana tuviera tres veces cada día, se aproxima el regreso a las actividades.
Llega el 6 de enero. Fin del maratón. Día de regalos, intercambios, rosca, sueños y una que otra historia de quien vio o escuchó a los del camello, elefante y caballo por la noche.
Termina la época y con ella se va ese místico aire que lo envuelve todo, continua el frío y, de algún extraño lugar, sacamos fuerzas para iniciar el año como si hubiéramos descansado al final del otro. Solamente necesitamos recordar que pronto será dos de febrero y los tamales y el atole ya tienen responsable.
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