Con el nombre de Il gatopardo, la novela de Giuseppe Tomasi de Lampedusa (publicada en la serie Obras maestras del Siglo XX — Libro Número 67, Seix Barral 1985, fundamentada en la versión de 1958 de Giangiacomo Feltrinelli, Editore, Milán) inicia con una muy necesaria nota del traductor, Fernando Gutiérrez:
“Aunque los protagonistas de esta novela de Giuseppe Tomasi de Lampedusa sean el príncipe siciliano Fabrizio de Salina (al parecer personaje inspirado en Giulio IV di Lampedusa, bisabuelo del autor) y sus familiares, el verdadero personaje central de la obra es, justamente, el gattopardo que, como emblema, figura en el escudo del príncipe y se hace centro de las virtudes y defectos de su linaje. Unas y otros son, en todo momento, gattopardescos, palabra con la que se definen muchas cosas, y que responden, como verá el lector, a una actitud ante la vida y la muerte, ante los hombres y las cosas.
…
“El gatopardo —es decir, el leopardo jaspeado (felis marmorata, leopardo marmoratus) — es una especie de pantera de tamaño aproximado al del gato casero. Por si el lector quiere saber algo más añadiré estos datos: es de pelaje amarillo de arcilla, más claro en el vientre y con dos franjas longitudinales negras que parten de la frente y se reúnen en una raya única más allá de la cabeza, siguen así por la espalda y se separan de nuevo en la parte posterior. Tiene también otras franjas oblicuas desde la nuca hasta el vientre que, además, presenta tres líneas de manchas redondas de un color pardo oscuro. Vive en Java y Malaca y se dice que es fácil de domesticar, lo que acaso esté un poco en contradicción con el espíritu de los Salina que lo tomaron como divisa.” Información que agradecemos.
Hacia finales de la década de los sesenta y principios de los setenta del siglo precedente, políticos, periodistas, literatos, críticos reformistas, publicistas… todo aquel que surcara someramente los espacios de la intelectualidad, empleaba, viniera o no al caso, el término gatopardesco en la forma del sufijo que define a toda sistematización: gatopardismo.
Por alguna innoble razón me parecía que, de todos ellos, sólo una minoría leyó alguna vez esta curiosa novela de Lampedusa y que de esas lecturas sólo quedaba la simplificación en aquello de “Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie” (“Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi.”) aparecida en la página 32, reiterada a medias en la página 39 de la edición referida.
Fuera quedan las vicisitudes aristocráticas y la emergente visión republicana, la aristocracia decadente y la era de Garibaldi; la tragedia es la de los empobrecidos en las eternas luchas por la inalcanzable justicia, porque, verdad palpitante, sólo cambian las cabezas visibles, la realidad terrena modificada en apariencia por los ropajes de cada modernidad es la misma, “la eternidad amorosa dura pocos años y no cincuenta…”, las reliquias santas caben en un cestito de mimbre y el cuerpo apolillado de un perro compañero quedará en el rincón del patio que el basurero visitaba a diario y en lo trascendental de la vida hasta un mal chiste resultó falso y fatal.
*En 1963, Luchino Visconti, en coproducción Francia-Italia, adapta a la cinematografía esta novela de Lampedusa junto con Suso Cecchi d’Amico, Pasquale Festa Campanile, Massimo Franciosa, Enrico Medioli, el mismo Luchino Visconti dirige la filmación que encabezan: Burt Lancaster (conde Fabrizio Salina), Alan Delon (Tancredi Falconeri), Claudia Cardinale (Angélica Sedara), … Lucilla Morlacchi (Concetta)… con duración original de 205 minutos (195 minutos en la versión francesa, reducida posteriormente a 185 minutos, con versión en inglés de 161 minutos y española de 151 minutos). La música corresponde a la creación de Nino Rota y Giuseppe Verdi (vals inédito) con la dirección musical de Franco Ferrara.
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