La celebración del 31 de octubre, ahora conocida como Halloween, y utilizada principalmente para disfrazarse y pedir dulces, inició hace más de 2000 años, entre los celtas, para celebrar el final de la temporada de cosechas, a este evento se le conocía como el Samhain.
La tradición dictaba que el 31 de octubre, los espíritus de los muertos regresarían al pueblo, tomarían posesión del cuerpo de los vivos e incluso atentarían contra las cosechas. Entonces, para evitar que los muertitos hicieran de las suyas, los habitantes de estos poblados se vestían con pieles de animales, con mascaras y pasaban la noche bailando, moviéndose, haciendo ruido, todo con la intención de distraer y confundir a los espíritus.
Luego, los Celtas fueron conquistados por los Romanos, y el Samhain se combinó con otros dos festivales, principalmente el Feralia, que era el día en que los romanos conmemoraban a sus muertos, el último de 9 días en los que se reunían a celebrar. Aunque lo celebraran muy diferente, la idea era similar, hacer todo lo posible por evitar que los espíritus entraran a las casas.
Finalmente, con la llegada del Cristianismo, esta tradición se modificó para incluir la celebración de All Saints, pero el Papa Boniface permitió que se siguieran usando disfraces y bailables, para así poder atraer a los paganos ante las celebraciones cristianas. Del nombre All Saints, se pasó a All Hallows, y se le conocía como la tarde de All Hallows (All Hallows Eve), que eventualmente termino simplemente como: Halloween.
Todos estos acontecimientos sucedieron en otro continente, fue hasta la llegada de los inmigrantes irlandeses a lo que ahora es Estados Unidos, que la tradición de Halloween tomó importancia, que la gente empezó a disfrazarse, a salir a las calles. Por lo que la tradición en Norteamérica lleva apenas poco más de 100 años.
Conociendo de donde viene la tradición de Halloween, parece no ser tan distinta a la celebración de Día de Muertos en México. A la creencia que durante el 1 y 2 de noviembre los muertos regresan a este mundo, vuelven a sus casas, y buscan hacer de las suyas. La gran diferencia reside en como los mexicanos respondemos ante estas visitas. En lugar de disfrazarnos y hacer todo lo posible por ahuyentar a los espíritus, les ponemos sus ofrendas, con su comida y bebida favorita, los invitamos a la sala, con una vela para que los acompañe y los guie, los recordamos, los celebramos…
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