Triada. Acrílica sobre cartulina. 28 x 21.5 centímetros
En aquel tiempo cuando ya la conmemoración tendía a la obligatoriedad con la correspondiente desesperación de los padres de familia, los niños miraban hacia el cielo nocturno para observar a las tres estrellas que formaran el cinturón de la constelación ecuatorial denominada «Orión», las cuales -decíase- eran los «Reyes», los magos a los que guiara el fulgor de una estrella hasta el portal de un pesebre -o cueva-, desde el Oriente hasta la población de Bethlehem, en Judea.
Narra la conseja que los tres magos: Melchor, Gaspar y Baltazar, regalaron al recien nacido: oro (símbolo de la realeza, del poder temporal correspondiente por herencia en línea materna); incienso (simboliza el espíritu que tiende a las alturas, vapor para purificar el espacio ante la encarnación del espíritu supremo) y mirra (resina aromática medicinal originaria de Arabia y Abisinia, que en su forma de ungüento era empleado en el embalsamamiento. Augura los padecimientos y muerte en la carne para el recién nacido).
Todo «nacimiento» contiene a los personajes centrales: María, José, al niño, calentado con el aliento de un burro -la mansedumbre y resisten-cia ante las penalidades -y un toro- símbolo de la realeza antigua y la vitalidad-; a los pastores
-anticipo del ministerio del infante-, a las ovejas -la comunidad-, a la aguadora -fertilidad y caridad- y a los mensajeros de la buena nueva: los ángeles, acompañados por los portadores de las ofrendas y los animales en los cuales llegaran para la adoración y que en la Historia del Arte resultan recurrentes: un caballo, un elefante y un dromedario, para definir el conocimiento que al inicio de la nueva contabilidad correspondía por estructura del «Orbis terrarum»: Europa, Asia y África. Por tal razón no fueron siete o dieciséis los magos, sino tres, como nos aclara Don Edmundo O’gorman en su obra «La invensión de América» (FCE/SEP, 1984), que al final, en la nota 10 de la cuarta parte remite al «Libro de los números» de Isidoro de Sevilla en donde la división tripartita «Es padrón perfecto, porque contiene el principio, el medio y el fin: la Santísima Trinidad»; el Paríso, el mundo primero, el espacio de la inocencia; el mundo segundo, el del hombre caído, el espacio del dolor en el cual la conciencia es; el mundo de la salvación, de la transfiguración gracias a la redención. Aunque sólo fuera Mateo en 2:1 quien menciona: «…he aquí unos magos vinieron del oriente…»
Quede para una tarea colectiva. Si América y Oceanía contaran en aquel entonces ¿cuáles serían los nombres de los dos magos a representarnos y cuáles serían sus monturas?
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