«te educan a que vivas resistiendo
y a cada día te quitan algo más»
Marchas, mitines, denuncias, protestas, cierres de avenidas, pancartas, consignas, cuántas acciones existen como derecho a la libre expresión.
Escuchaba «evoluciones» pensaba y pensé… mas sólo encontré un rincón casi melancólico. Sí, es cierto, de años para acá la juventud no se ha caracterizado por ser la más solidaria, un tanto por apática y un tanto por estar empapada en el ideal de la desilusión. Crecimos acostumbrados a la estafa y la violencia, ¿por qué les sorprende que hoy no nos indigne?
Hace tiempo caminaba incansablemente por las calles de la Roma esperando volver a ver a Súper Barrio, no tiene poco que, desde el único lugar permitido para fumar, le vi. No es lo mismo los tres mosqueteros… pero era él, aunado a un tour y toda una faramalla para dar a conocer las joyas de la Colonia, pero ahí estaba. Dispuesto a participar, dispuesto a recordar, dispuesto a volver…
¿Qué nos queda? Situaciones para levantar la cara y gritar a los cuatro soles «esta es mi voz» tenemos bastantes: delincuencia, narcotráfico, corrupción, un presidente, dos presidentes… uno, dos, miles de muertos. Fallas en el sistema, no tenemos agua, una crisis inminente (y vuelta al carro), medios de comunicación amarillentos, no sólo por lo viejo que resultan sus trucos para manipular a la población, si no por lo mal enterado que nos mantienen a costa de la explotación de historias y al desvirtuo de información. Se fracturó el orden, sí, un orden que de por sí estaba tambaleando.
Se habla de la pena de muerte a secuestradores y violadores, dejando de lado que, personalmente, me resulta una premisa sin argumento ni validez, llena de acarreos prehistóricos y un tanto caníbales, llevémosla a lo último de sus consecuencias, tan sólo por deporte. Sólo para demostrar que hoy día se tiene poca idea de los alcances que abarca la palabra corrupción, desde el soborno al funcionario y policía, protección de matones y el favor.
Alguna vez, López Obrador sentenció: «los magistrados se negaron a transparentar la elección para someterse a una minoría privilegiada que ha tomado las instituciones y las mantiene secuestradas para su propio beneficio».
No pasó mucho para que el mismo AMLO «secuestrara» las tribunas a favor de su causa, gritando su afamado «espurio» y «Fecal». No es nada personal, pero también ha secuestrado nuestro derecho de expresión, al hacer tan representativo de su fallido método de autodefensa las marchas y las protestas. Uno no puede agitar el puño sin adherirse una etiqueta de pejista… Somos víctimas de un secuestro, todos, de una violación a nuestro derecho… ¿Vamos a darle pena de muerte?
De este interminable laberinto sin salida se encuentra que tenemos la dignidad secuestrada, las fuerzas, las ganas, la seguridad, la autoestima, la salud mental, ¿secuestrada por quién? Mitad los maleantes y narco-inútiles, mitad la fuerza pública deficiente para certificarnos bienestar. Mitad el vecino, mitad nosotros mismos, ¿A quién juzgaremos, contra quién arremeteremos, la cabeza de quién caerá en este juicio sin sentido? Secuestrados nuestros hijos, hermanos, amigos, nosotros mismos, secuestrados en una paranoia grupal en la que «ya no se puede confiar en nadie», secuestrados en un abismo inminente en el que ya no se escucha la voz del que dirige, ni el grito a coro de la consigna, secuestrados en medio de un rebaño sin rumbo, en donde no podemos correr a refugiarnos en la política, ni en la Iglesia, ni en nuestra casa, escuela, oficina, parque, cama.
Entonces ¿es verdad que ya no hay nadie que nos ofrezca un poco de revolución? Un poco de añoranza ideológica, no somos los jóvenes los perdidos, los que no quieren participar, es que no tenemos medios viables para hacerlo, nuestra sola posición cronológica nos precede… y uno piensa
«Como ha hecho falta en estos días
un capitán, un héroe, una señal»
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