El avistamiento de las luciérnagas en la región de Nanacamilpa en Tlaxcala es un ritual mágico, atestiguarlo es presenciar una danza de la naturaleza.
Por Ana Herrera
Con los últimos rayos del sol los bosques de la región de Nanacamilpa en el estado de Tlaxcala le dan la bienvenida a los destellos de las luciérnagas quienes, igual que en el bolero de Maurice Ravel, comienzan a orquestar el crescendo que culmina con la profundidad de una noche que sirve como lienzo de este mágico ritual.
Las luces de la ciudad quedan atrás. Después de un trayecto poco más de una hora la superficie forestal del estado más pequeño de México empieza a ser un paisaje recurrente: más del 20 % de su territorio está colmado de bosques. El camino rodea Texcoco y llega a San Felipe Calpulalpan, a un costado se encuentra Tecoaque, una de las 3 zonas arqueológicas que junto a Cacaxtla y Xochitécatl le confieren esa herencia cultural prehispánica al estado de Tlaxcala.
Nanacamilpa recibe a los visitantes con algunos anuncios escritos a mano o impresos en lonas: Pulques naturales y curados, Hospedajes económicos y Visitas a la luciérnaga. Después de recorrer senderos agrestes y arribar a Santuario de la Luciérnaga, otro anuncio llega a nuestros oídos.
“Pedimos a ti madre naturaleza, nos permitas la entrada a este tu bosque. Venimos con la plena conciencia de cuidar y respetar tus plantas, tus árboles, tus animales y todo ser vivo que se encuentre dentro de ti”. Son las palabras que forman parte de un esfuerzo por los guías y encargados de preservar este fenómeno que cada año sigue aumentando sus visitantes.
De acuerdo a la Comisión Nacional Forestal (Conafor) en 2015 hubo alrededor de 60 mil testigos de la danza de las luciérnagas.
En ese recurrente esfuerzo de los habitantes de la región por concientizar sobre la importancia de que la presencia humana no altere las expresiones de la naturaleza, el guardabosques David Ferrer afirma que aunque a las luciérnagas les encanta que las visiten les molestan los ruidos y los flashes de las cámaras.
Poco después de las 19:30 hrs. una vez internados en un extenso bosque conformado por árboles de oyamel, encino y pino, el sonido de las pisadas de los visitantes, la caída de la tarde y las luces esporádicas emanadas por escarabajos del orden Coleoptera, se presentan intermitentes: a veces por aquí y otras veces por allá.
La composición de esta imagen evoca el inicio del “Bolero» de Ravel. El ritmo será constante, la melodía vive en la mayoría de nuestros recuerdos sonoros; la flauta, el clarinete y el oboe desde un volumen discreto empiezan a coquetear con la musa: la danza de las luciérnagas ha comenzado.
El lienzo de esta obra solicitada en 1928 por la bailarina Ida Rubinstein al compositor francés tiene un propósito dancístico. La intensidad no sólo va creciendo a lo largo de toda la pieza sino que también se va llenando de los colores de cada instrumento. Así también se van llenando los senderos y las alturas de los bosques del santuario de la luciérnaga.
Únicamente los machos pueden surcar las alturas, su aspecto es similar al de una palomilla; las hembras, son insectos de tierra con varias capas en su espalda que deben recorrer los caminos de la tierra pues no tienen alas.
Ambos emiten una luminiscencia desde su abdomen que proviene de una reacción química con el oxígeno. Este espectáculo, cuyo punto más intenso lo alcanzan después de unos 40 minutos, forma parte del erótico y romántico ritual de apareamiento: la luciérnaga hembra, solo se aparea con un solo macho, una vez que encuentra al macho indicado se esconde y no vuelve a encender su luz. Posteriormente ella deposita de 50 a 150 huevecillos y finalmente muere.
En todo el mundo hay alrededor de 2 mil especies de luciérnagas pero la que se observa entre los bosques de Tlaxcala es endémica y recibe el nombre de Macrolampis Palaciosi. Esta especie habita entre los 2800 y 3200 mts. sobre el nivel del mar y presenta un ciclo de vida de dos años.
A diferencia del “Bolero» de Ravel cuya intensidad termina en un estruendoso y casi trágico final, el brillo de las luciérnagas comienza a descender pero se mantiene e incluso llegan a ver el amanecer, aunque ya emitiendo un brillo de menor intensidad.
La danza de las luciérnagas puede apreciarse con mejores condiciones a finales de junio, durante el mes de julio y la primera semana de agosto.
Los aplausos del fin de la obra se lo llevan los habitantes de los bosques de la región Nanacamilpa quienes resguardan una de las experiencias más atesorables y espectaculares de la naturaleza.
Así también lo merecen la Conafor, a través de la Gerencia de Tlaxcala en coordinación con la Gerencia de la Ciudad de México, cuyas acciones en la región consisten no solamente en preservar el espectáculo sino a la especie y al ecosistema a través de la participación de los pobladores dentro del esquema del desarrollo sustentable enfocado en los múltiples recursos forestales.
La amabilidad y hospitalidad tlaxcalteca hacen del avistamiento de las luciérnagas una verdadera obra maestra que deja una luz encendida para ser manifestada en la capacidad de los visitantes de comportarse a la altura de un instante de tales características y tan lleno de significados.
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