Ya es el momento y el lugar si tú estás y yo soy en esta noche azul-verde agobiante, con el sabor a almendras rancias en la garganta.
Después estaré sin ser yo, con el cabello de otro color y piel distinta, con un dolor simulado, sin este sudor pegajoso en la ropa. Esos ojos no tendrán los astros de mis días ni en los pies el polvo de mis senderos. No estará ahí mi tristeza, la vaciedad con el estertor en las entrañas.
El olivo perdurará más que el tono y el acento de mi voz, el agua de la poza vencerá otra sed y el pan nutrirá los espíritus aposentados en otras montañas. Por mí no habrá más lágrimas ni bálsamo perfumado para ahuyentar el cansancio. Yo era la raíz de esa higuera, la vasija donde reposó el vino fuerte; yo era parte de Legión.
Fui hermano del viento desatado, del soplo calmo; consanguíneo de las aguas, de la lluvia, de la tierra y de las flores; soy el agua, soy el desierto, soy presencia de las estrellas en la noche y en el día. Sufrí entre los hombres repudiados, con la viuda, con los niños; encontré el reposo en la soledad y la traición en los amigos.
Se de la algarabía en la oración y del silencio en la tormenta; de negar lo fácil y sacrificar lo amado; de las voces entre los sordos y la luz fulgurante entre los ciegos; de la espada por palabra y del verbo violento.
Mañana me llevarán a donde no quiero ir para apagar los diez mil soles en mis ojos.
Después de todo esto ¿a quién le dolerá mi ausencia? ¿quién orará por mí? ¿Quién sollozará en mi hombro y dirá que al menos lo intenté?
Faltó tanto por hacer.
Ya es el momento y el lugar si tú estás y yo soy en esta noche azul-verde agobiante, con el sabor a hiel y vinagre en la garganta.
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