El documental “La Piedra Ausente” coproducido por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) y el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), a través de un apoyo del Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (Foprocine), será difundido en este mes de enero en la Cineteca nacional, el cual muestra la ardua labor de llevar al centro de la Ciudad de México, la estatua de Tláloc, en que 16 de abril de 1964; filme que fue posible gracias a la dirección de la antropóloga Sandra Rozental y el documentalista Jesse Lerner.
Cabe recordar que aquel 16 de abril de 1964, la imponente escultura prehispánica de Tláloc, dios de la lluvia, llegó a la Ciudad de México bajo un torrencial aguacero que inundó varias colonias; tras una jornada de más de ocho horas se logró su traslado desde el pueblo de Coatlinchán, en el Estado de México.
Rozental informó que este documental, basado en una investigación académica comenzada en 2005, recoge, por un lado, los testimonios de los habitantes de Coatlinchán y, por otro, de los principales actores de esta “impresionante maniobra de ingeniería”: el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, responsable del proyecto del Museo Nacional de Antropología, y el ingeniero Enrique del Valle Prieto, encargado del traslado del monolito prehispánico.
Señaló que su interés en Coatlinchán, y en Tláloc en particular, surgió cuando hizo la investigación para su tesis doctoral, que “está enfocada en las relaciones sociales en torno al patrimonio arqueológico”, de ahí la iniciativa de hacer un documental para que esta investigación no se quedara solo en un texto académico.
La Piedra Ausente, refirió Rozental, narra la historia de cómo la antigua escultura —de 165 toneladas y siete metros de altura— fue trasladada a la Ciudad de México para ser colocada en su ubicación actual: la esquina de Paseo de la Reforma y Gandhi, a las afueras del Museo Nacional de Antropología, donde da la bienvenida a los visitantes, como “un reflejo del sistema de patrimonio que ha generado el Estado mexicano”.
Sandra Rozental adelantó que este filme también da cuenta de la historia de un vacío, porque en la comunidad “hay un sentimiento de despojo que se ha pasado de generación en generación, y la gente sigue hablando del suceso con muchísima pasión, de un hecho que sucedió hace ya casi 50 años”.
No obstante, dijo, los habitantes han asumido esta ausencia de una forma muy productiva, “la gente ha creado réplicas de Tláloc de todos los tamaños”, luego de que en 2007 se colocó en la plaza del pueblo una réplica de tamaño natural, a la cual le hicieron una ceremonia para ‘darle’ la esencia de la original y con ello “de alguna manera la volvieron algo muy suyo”. Además, la deidad está presente en las historias que cuentan los vecinos de Coatlinchán.
La realizadora del documental puntualizó que para el desarrollo de este trabajo fílmico encontró valioso material de archivo, porque “todo el traslado fue muy mediático”, y fue registrado en película de 16 milímetros y también en cientos de fotografías. Algunos de esos materiales se encontraban en los archivos del INAH, del arquitecto Ramírez Vázquez y también de Noticieros Televisa. Para mantener la calidad del soporte, “se decidió no grabar en video digital sino filmar en formato súper 16 milímetros, y después trasladar todo el material a 35 milímetros para su exhibición”.
El monolito del dios de la lluvia, en el pueblo mexiquense de San Miguel Coatlinchán, es conocido por los lugareños como la “Piedra de los Tecomates”. En las últimas décadas del siglo XIX, era un paseo obligado la visita a la gran escultura que se hallaba acostada en la Cañada de Santa Clara, en las laderas de la Sierra Nevada, lugar donde confluyen dos arroyos.
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