De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), se registran 3.7 millones de muertes prematuras al año que podrían atribuirse a la contaminación ambiental por partículas menores a 2.5 microgramos (PM2.5), o PM10, cuyo estudio es fundamental para explicar sus efectos en la salud y guiar a los tomadores de decisiones, a fin de proteger a la población, coincidieron expertos reunidos por el Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Durante la charla “Contaminación Atmosférica y Salud Humana”, moderada por el titular de la entidad académica, Jorge Zavala Hidalgo, explicaron que con base en información del organismo internacional, de ese total de fallecimientos 40 por ciento fue por cardiopatía isquémica; igual porcentaje correspondió a accidentes cerebrovasculares; 11 por ciento, enfermedad pulmonar obstructiva crónica; 6 por ciento, cáncer de pulmón; y 3 por ciento, infecciones de las vías respiratorias.
El director de Salud y Ambiente del Instituto Nacional de Salud Pública, Horacio Riojas Rodríguez, explicó que los primeros estudios que relacionaban salud y contaminantes ambientales se enfocaron en la salud respiratoria, pero ahora se sabe que la polución del aire tiene ese tipo de efectos, además de cardiovasculares, metabólicos y sistémicos.
“Sabemos que hay una relación entre la exposición crónica a la contaminación atmosférica, particularmente partículas menores de 2.5 micras, con un incremento en la mortalidad prematura de las poblaciones. Un ejemplo, es que sabemos con bastante precisión que la mortalidad general se incrementa un 8 por ciento por cada 10 microgramos de PM2.5”, precisó el médico cirujano por la UNAM.
Hay varios estudios que muestran la asociación entre la exposición a partículas respirables en el embarazo, y diferentes problemas de desarrollo neurológico en los niños, además de impactos en el metabolismo. Cada vez está más establecida la relación entre la exposición crónica a partículas y su contribución a padecimientos como la diabetes mellitus, en algunas ciudades o poblaciones, y con algunos cánceres, agregó Riojas Rodríguez.
A su vez, la investigadora del ICAyCC, Irma Aurora Rosas Pérez, destacó que para revelar cada una de estas relaciones y cifras es importante fomentar la investigación básica, pues los investigadores generan datos que ayudan a los tomadores de decisiones.
Aunque los expertos pudiéramos establecer cuál es el nivel de protección, las autoridades no siempre pueden aplicarlo ya que implica cuestiones económicas e industriales para lograrlo, detalló la vicepresidenta de la Asociación Panamericana de Aerobiología.
“Es una cuestión compleja, no es tan sencillo como bajen niveles, sino un proceso paulatino. Por ejemplo, en las partículas se han revisado durante diferentes años cómo reducirlas y en el esquema de evaluación de riesgo la investigación mide el contaminante que pone la evidencia de su existencia y concentración. No solo es importante establecer una norma o límite, mientras estas no se vigilen no se tendrá un contexto real para la salud”, abundó.
Ejemplo de este tipo de estudios de ciencia básica, añadió Omar Amador Muñoz, experto del ICAyCC, es el que reveló que un mismo tipo de partícula puede ser inocua, pero sumada a una serie de compuestos orgánicos es precursora de otras relacionadas con cáncer.
Las partículas y su composición son un tema complejo. Las PM2.5 tienen mayor riesgo que las PM10 porque el tamaño está directamente relacionado con el depósito en el tracto respiratorio.
De hecho, las ultrafinas o nanopartículas son un tema de interés porque pueden translocar al sistema circulatorio y afectar otros órganos. “Entre menor sea su diámetro, los efectos adversos se pueden exacerbar”, precisó el experto en detección temprana de enfermedades crónico-degenerativas a través de marcadores orgánicos volátiles.
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