El volumen 10 de Lecturas Universitarias, en sus páginas de la 91 a 104 de Textos de Historia Universal (De fines de la edad Media al Siglo XX) —coordinado o recopilado por Gastón García Cantú para la Universidad Nacional Autónoma de México— incluye un bello texto de Romain Rolland titulado “La fuerza” tomado de Vidas ejemplares (Miguel Ángel, Beethoven y Tolstoi) publicadas por la Universidad de México en 1921, con prólogo de José Vasconcelos.
Este mismo Romain Rolland1 (Clamecy, Nièvre, 29 de enero de 1866 – Vézelay, 30 de diciembre de 1944) es el mismo que alguna vez estrujó la conciencia con su conmovedora y apasionada investigación musical sobre la vida de Ludwig van Beethoven, trabajo realizado en cinco tomos: «Beethoven: Las grandes épocas creadoras».2
En contra de la reiterada afirmación acerca del casi analfabetismo de Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni (Caprese, 6 de marzo de 1475 – Roma, 18 de febrero de 1564) en la página 91 de “La fuerza”, Romain Rolland asienta: “La pintura lo había disgustado. Aspiraba a un arte más heroico. Pasó de la escuela de escultura que Lorenzo de Médicis sostenía en los jardines de San Marcos. El príncipe se interesó por él; lo alojó en el Palacio y lo admitió en la mesa de sus hijos; el niño se encontró en el corazón del Renacimiento italiano, en medio de colecciones antiguas, en la atmósfera poética y erudita de los grandes platónicos: Marsilio Ficino3, Benivieni, Ángel Policiano. Miguel Ángel se exaltó con estos espíritus; viviendo en un mundo antiguo se hizo alma antigua; fue escultor griego.” Porque si este hombre de fuego creador de titanes no poseía el culto conocimiento del latín de su época, leía a Petrarca, a Bocaccio y a Dante a más de ser un continuo sonetista tal cual lo queda en la página 9 del número 31 Saber Ver” en su número 31, “Miguel Ángel, Poeta”: “El hecho de que la inspiración poética de Miguel Ángel despertara tarde (hacia sus 27 años de edad), tal vez se deba a su deficiente formación académica. Su único maestro fue el humanista Francesco Galatea en la escuela de gramática…” y viene bien aquí la aclaración establecida por Robert F. Arnold en el apartado correspondiente a “El humanismo”4: “Todos los esfuerzos de aquel tiempo, dirigidos a resucitar la literatura antigua, se comprenden bajo el nombre de humanismo, considerándose éste como el preludio o el primer acto del Renacimiento. Su programa inicial era ante todo: estudio de los antiguos, interés por su cultura y respetuosa admiración hacia ella; pero todavía no se aprecia una oposición consciente contra la concepción del mundo según la Edad Media; sin embargo, ya el nombre de esta nueva especie de hombres (los llamados en Italia umanisti, desde el año 1500 aproximadamente, palabra derivada de la humanitas de Cicerón, citada y definida con frecuencia desde Petrarca) simboliza la ausencia de toda preocupación por la vida de ultratumba y la placentera inclinación hacia todo lo humano… Pero sólo por el humanismo, y gracias a sus tendencias estéticas, fue posible que en la plenitud del Renacimiento se considerara la belleza como un ideal absoluto y la estética como la medida de la vida humana.”
Romain Rolland acerca de “La Piedad”: “… sobre las rodillas de la Virgen inmortalmente joven, el Cristo muerto está recostado y parece dormir. La severidad del Olimpo flota sobre los rasgos de la diosa pura y del Dios del Calvario; mas hay también una indecible melancolía, que baña estos cuerpos hermosos…”5 y denomina “personajes de alma atlética” a los pobladores de la cúpula en la Capilla Sixtina.
Soneto inconcluso
Quien muchos años ha vivido feliz
en brevísima hora se lamenta y duele;
otro, que brillaba por su famosa y antigua progenie,
en un momento se eclipsa.
No hay cosa que se mueva bajo el sol
a la que la muerte no venza o cambie la fortuna.6
1. Premio Nobel de Literatura en 1915.
2. Tomo I: De la Heroica a la Appassionata. Tomo II: Goethe y Beethoven. Tomo III: El canto de la resurrección, La misa solemne y las últimas sonatas. Tomo IV: La catedral interrumpida. Tomo V: Continuación de La catedral interrumpida, Finita comedia, Las amadas de Beethoven.
3. Marsilio Ficino (19 de octubre de 1433, en Figline Valdarno, – 1 de octubre de 1499, en Careggi). “El primer director de la Academia fue Marsilio Ficino, que tradujo las obras de Platón y de Plotino. Pertenecian también a la Academia el humanista y poeta Angelo Poliziano (Montepulciano, 14 de julio de 1454 – Florencia, 24 de septiembre de 1494) y el investigador de Dante, Cristoforo Landino (1425-1498). Entre los tres lograron que Miguel Ángel se familiarizara con la antigüedad clásica, con Dante y con Petrarca.” Heinrich Koch, página 46 Miguel Ángel, Biblioteca Salvat de Grandes Biografías.
4. Textos de Historia Universal (De fines de la edad Media al Siglo XX), páginas 42-43, UNAM 1921. Tomado del libro, Cultura del Renacimiento, Colección Labor, número 21.
5. Página 93, obra citada.
6. Saber Ver, número 31, “Miguel Ángel, Poeta,” página 19. En la página 12, los autores dividen en tres periodos la creación poética de Miguel Ángel: de 1503 a 1532, 52 poemas; de 1531 a 1548, alrededor de 200 y de 1548 a 1560, 23 poemas, y determinan: “Hasta donde se sabe, Miguel Ángel no compuso pomas los cuatro últimos años de su vida.” Lo que determina que la inclinación poética de Miguel Ángel no era ni afición marginal ni reducida ya que a las cantidades arriba asentadas no contemplan los textos destruidos, los incinerados junto a los apuntes y dibujos y los perdidos.
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