El Club de Observadores de Aves (COA), en su practiguía número 3 «Aves de la Sierra Madre Occidental» editada durante 1985, de entre 100 especies de aves que habitan dicha zona, selecciona 60 de las representativas y que en el espacio gráfico, por su ubicación y tamaño de reproducción de la ilustración destaca el Corvux corax, el cuervo común.
Ya en los ejemplares números 605 y 606 de Mí Ambiente (con aparición el 8 y 15 de julio del 2007), realizamos un somero recorrido por las manifestaciones de esta interesante ave en las culturas y para la Cultura; pero, nos quedaron algunas referencias, como la expresada por José Manuel Fajardo que en «El converso» asienta la creencia en épocas pasadas respecto a que los gatos, las moscas y el cuervo son receptáculos temporales para el atormentado espíritu de las brujas, o, en el primer libro del «Ingenioso hidalgo…»:
«–¿No han vuestras mercedes leído –respondió Don Quijote– los anales e historias de Inglaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamiento, se convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a este haya ningún inglés muerto cuervo alguno?, reiterado por Cervantes en su «Persiles y Sigismunda», por ello, el cuidado otorgado en Albión a estas aves y de que en Londres aún hay un cuerpo de guardia especial en la Torre con la finalidad de cuidarles y alimentarles.
En México, tenemos la bella y aromática cacalaxochitl o flor del cuervo, que en sus variedades silvestre y de cultivo adornan las cruces durante las celebraciones en el mes de mayo, de ahí que por su importancia en el pasado prehispánico aparece en el Códice Matritense del Palacio Real, según ilustra Arqueología Mexicana número 78 en su página 34.
Del mito esquimal de la Creación: «Llegaron a un agujero redondo en el cielo… que resplandecía como el fuego, esto, dijo el Cuervo, era una estrella.» (página 167), a más de la inusual y dignificante actitud de los hombres europeos ante comunidades extrañas y lejanas, como lo asienta Carl Sagan en el pie de grabado (página 304) de «Cosmos»: «Los habitantes tlingit de Port Francais (actualmente Bahía Lituya, Alaska) donde Jean Francoise de Galup, comte de La Pérouse (1741-hacia 1788) tomó tierra en (julio de) 1786, llegado en «grandes pájaros negros donde viajara el dios Cuervo»; sin olvidar –no puedo– el pajarraco terrorífico sobre el madero de Gestas en la obra de Mel Gibson.
A la cofa, la pequeña plataforma en la parte alta de la arboladura en las naves, los marinos la denominan «el nido del cuervo»… y con toda seguridad quedan –por la propia ignorancia– un sinfín de historia mínimas, anécdotas, canciones, mitos, cuentos y realidades llegadas al patronímico.
Cuervo de muchos colores. Acrílica sobre corrugado. 47.2 x 25 centímetros.
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